Quizá he estado un poco tonta esta semana. No lo sé. Necesitaba escribir mil cosas, pero no sabía muy bien como ordenar todas esas ideas dentro de mi cabeza. Estos días necesitaba estar sola, y la gente, por la calle, me intimidaban, sus miradas me producían inseguridad. Por eso buscaba, cuando podía, resguardarme en alguna esquina, para pensar, para ordenar mis ideas, tranquilamente en mi cabeza. Yo, necesito de la gente para escribir, porque evidentemente sin gente no podría contar las historias que cuento, en las que mucha de esa gente son los protagonistas y otros meros figurantes.
Pero esta semana he sentido la necesidad de estar sola, sola en este mundo. Sin gente. Y me ha resultado imposible.
He sentido miedo, he soñado varias noches, que perdía las ganas de escribir, y que dejaba de hacerlo. Que me convertía en una vulgar mujer con el pelo lleno de canas, que solo se dedica a rellenar sudokus, y ver programas cutres de la televisión. Y me he despertado de madrugada, en más de una ocasión, llorando, unas veces porque mi madre no me abrazaba y otras porque el préstamo que termino de pagar el año que viene se alargaba otro año más y yo no entendía nada.
Entrar aquí, y contaros historias, cosas sobre mi vida, es mi recompensa cada día. A cada mañana, en la que me levanto y voy a un trabajo que sí, que me gusta, que sí, que estoy orgullosa de tener, pero que no es lo mío: porque lo mio es escribir, es escribir cada día, es inventar una historia, o narrar mi propia historia; la historia que es mi vida.
Gracias (porque a veces me apetece mucho daros las gracias y casi nunca lo hago), a todos los que me habéis contestado a mi post "Confesando", y a los que no lo habéis hecho, pero que estáis ahí, que me leéis cada día: que sé que sois muchos/as.
Sigo escribiendo, sigo haciendo lo que más me gusta.
Que si Rodolfo Serrano, un hombre al que admiro infinito, y estoy empezando a coger un cariño tremendo, me ha dicho que escribo cada vez mejor, he de creerle.
Gracias a todos
Algo más
Ocurrió un día de esos en los que te aburres. Yo tenía 18 años recién cumplidos. Muchas incertidumbres sobre mis sentimientos respecto a mujeres y hombres. Mucho lío en mi cabeza. Muchas sensaciones aún por descubrir, cosas nuevas y sentimientos nuevos en los que indagar.
Y la conocí a ella. Una chica de Zaragoza. Bella, muy bella. Comenzamos a hablar por un chat que poca gente frecuentaba. Yo no recuerdo que nombre me puse, pero era uno muy raro, que no daba a entender mi sexo; ni masculino, ni femenino.
Comenzamos a hablar. Creo que ella dio por supuesto que yo era un chico. Yo de sobras sabía que era una chica. Ese día, el día en el que nos conocimos nos pasamos 7 horas chateando, palabra tras palabra, sin poder separarnos la una de la otra. Ella tenía 19 años: su madre la maltrataba, y su novio un chico Italiano, se le acababa de morir de una terrible enfermedad, no hacía más de un año. Estaba muy metida dentro de su casa, cuando la conocí. No salía a la calle, no se relacionaba con gente, solamente con gente virtual: "Así me olvido un poco de todo, aquí, en mi habitación" -me contaba-. Yo solamente la escuchaba, le daba consejos. Casi nunca le hablaba de mi. Pero sí conseguía cada día sacarle una sonrisa, demostrarle que el mundo era bonito, y que los problemas se podían solucionar con amor y paciencia. Ella me leía, en su habitación, a veces a oscuras a veces a plena luz del día, con las ventanas abiertas. Poco a poco iba abriendo las ventanas de su pequeña cueva, iba rompiendo poco a poco su coraza. Y yo me sentía bien solo con eso. Una noche su madre le propinó una buena paliza, le dejó un ojo morado y el brazo fracturado. Como no podía escribir, me dijo de llamarme por teléfono. Le dije que no. Pero es que después de nuestras charlas sabía que ella esperaba la voz de un chico al otro lado. No se porqué lo hice, podría haberle dicho que yo era una chica, y no hubiese pasado nada, pero en realidad ella nunca lo preguntó, en esos momentos pensé que de haberle dicho que era una chica no me habría dejado ayudarla de la forma en que lo hice. Porque de aquella manera conseguí que dejase volar su imaginación, conseguí que se olvidase un poco de los palos que le daba su madre, de su novio muerto, de sus problemas laborales, de todo aquello que le producía una enorme presión en el pecho, y que casi no la dejaba respirar.
Le dije, que por ahora, prefería mantener el contacto por chat, que otro día hablaríamos.
Los meses pasaban. Yo seguía ahí, cada día acudía a nuestra cita, donde yo la escuchaba y aconsejaba, donde ella me leía y me veía como su hombro, como la mano a la que sujetarse para no caerse y yo era feliz solo con eso.
Pero una noche, me dijo, que se había enamorado de mi, que no sabía como, pero había ocurrido.
Yo quedé asustada. Recuerdo que abandoné la conversación, que le dije que ahora venía. Y me fui, sola, a maldecirme por no haber sido honesta con ella, y conmigo desde el primer momento. Me castigué moralmente, porque me sentía culpable en cierto. Y es que no me consolaba ya el hecho de haber estado tanto tiempo escuchándola, siendo su tabla de salvación, sin nombre, sin cara, sin nada más.
Llegó su cumpleaños, y le envié a su casa un regalo, un muñeco que llevaba tiempo que quería y andaba buscando, y otro muñeco para su hermana pequeña. Recuerdo que me gasté todo mi sueldo semanal en los regalos. Ella, al recibir los regalos, no dudó en llamarme, pues yo le había dado mi número de móvil por si le ocurría algo de madrugada, que me lo hiciese saber vía mensaje: ella me preocupaba demasiado.El día que me llamó yo estaba trabajando en el bar de mi Padre, salí fuera, y hablé con ella. Nada más descolgar notó que yo era una chica. Y yo, casi sin voz, le dije: "lo siento, debí decirte antes que era una chica, me enredé en tu historia, y en escucharte...y...", ella me interrumpió, me dijo que me callase, que no entendía muy bien porque había hecho eso, pero que no estaba enfadada, y que no pasaba nada, pero que le tenía que dar tiempo, para que ella pensase y aclarase sus sentimientos, porque no le gustaban las chicas, pero por mi, sentía algo, que iba más allá de una amistad.
Estuvimos días sin hablar. Recibí un mail suyo, me decía que me quería y quería verme en foto, y conocerme: que me quería. Pero yo, en ese momento me sentía tan mal que no podía seguir con la historia. Le pedí perdón. A ella realmente le gustan los hombres: "no te confundas, yo estoy en tu imaginación con un cuerpo de chico, y desde que me veas todo cambiará, a ti te gustan los chicos, y yo no quiero alterar tu sexualidad, ni traerte problemas". Más o menos le dije eso en un mail, de respuesta por mi parte, de más de 2 hojas.
Ella me respondió, me insistió en que quería conocerme más. Que estaba muy enamorada de mi. Pero desde aquel día nada volvió a ser como antes. Le dejé espacio y fui dejando las conversaciones, poco a poco. Le pedí a Dios que conociese a un chico, o algo, que le hiciese ver que yo era una invención suya, que solo existía en su cabeza, y que conmigo no sería feliz, porque a ella solo podía hacerla feliz un hombre.
Pasaron varios meses. Los cuales estuvimos sin saber nada la una de la otra. Y al cabo de esos meses llegó a mi casa un paquete que venía desde Zaragoza. Nada más leer el remite supe que era ella. Abrí impaciente el paquete, que venía muy bien envuelto. Luego, dentro de una caja de zapatos había un objeto cuadrado, muy bien envuelto en papel de regalo, y la lado un sobre, que contenía una carta. No sabía que abrir primero, si el sobre, o el regalo. Abrí el regalo: era una bola trasparente, llena de agua, de esas que si agitas parece que esté nevando, dentro había dos muñecos cogidos de la mano. La mire varias veces entusiasmada. Luego abrí el sobre, saqué la carta y la leí:"No se como agradecerte todo lo que me has ayudado en este tiempo. Todo el frío que había dentro de mi corazón y en mi vida, hiciste que desapareciese, lo he metido en el regalo que te mando. Aunque tu decisión de alejarte, en su día no la vi clara, ahora si la comprendo y la entiendo: fue lo mejor. He conocido a alguien, es un chico y estoy muy enamorada de el. Le he hablado de ti, le he dicho que conocí a alguien muy especial que me salvo de hacer una locura, aquella noche, que gracias a ti hoy, puedo estar con el, también le he dicho que parte de mi corazón te pertenece, y que lo tiene que respetar. Tu también encontrarás el amor, no mereces menos. Siempre te llevaré dentro de mi, cuando mires la bola de cristal que te he mandado, te acordarás de mi, porque esos muñecos somos tu y yo. Un abrazo sincero, de alguien que te quiere y querrá siempre." P.
Me sequé las lágrimas y coloqué la bola de cristal al lado de mi ordenador.
Y en mi mi cara se dibujó una sonrisa.
Dedicado a P. que un día me enseñó que la vida era algo más
Confesando
Si, lo confieso:
Me gustaría que mis visitas crecieran.
Que toda persona que leyese mi blog, que tú que te asomas aquí cada día a leerme, me dejases un comentario.
¿Cómo deciros que miro la página de mi contador de visitas para ver de donde venís las personas que me leéis, para ver desde que rincones me visitáis?.
Que cuento con los dedos las visitas, y que el día que bajan pienso que es porque estoy empezando a escribir cada vez peor.
Solamente, gracias por mirarme desde ahí.
La hoja en blanco
No lo pasé nunca tan mal como ese día. Me dieron un papel en blanco y me dijeron: Venga, escribe, escribe lo que quieras, pero tienes que conseguir escribir algo que nos conmueva, que nos deje boquiabiertos a todos, extasiados. Tienes que escribir algo que nos haga sonreír, o nos emocione. Algo que se nos clave por dentro y que no nos suelte. Tienes que escribir algo, algo que cuando leamos no seamos capaces de soltar el papel, y queramos volver a releer para que esa sensación nos vuelva a invadir. Si consigues escribir eso nos habrás ganado a todos.
Me dieron una hoja en blanco, me dejaron a solas, en aquella habitación que olía a recién pintada. Una habitación con tres sillas, una mesa, un cuadro de unas margaritas blancas, enorme, una lampara con forma de estrella, colgando del techo. Mire hacia un lado, hacia otro.
Tienes 1 hora, desde ya -me dijeron-. Y cerraron la puerta. Desde ese momento solo se escuchó silencio. Iba dando pequeños golpes con el bolígrafo bic de color negro, que me habían dado, contra la mesa, tic, tic, tic, tic, tic, tic...... y más tic...tictictictitictictictictic........
Miraba la hoja en blanco y nunca lo pasé tan mal, como ese momento en el que me enfrenté a esa hoja en blanco. Tenía que escribir algo realmente bonito, pero tampoco demasiado. Algo que les atrapase ¿pero qué?. Para inspirarme empecé a recordar canciones de Ismael Serrano (mis favoritas), pero eso solo me hacía tararear y acordarme de gente y esa gente me traían recuerdos y pensamientos, y no era sobre eso exactamente de lo que debiera o quisiera escribir.
Así que dejé las canciones a un lado. Pensé en mi chica. Sí, ella me dará esa inspiración que me falta, pero solo inventaba frases demasiado cargadas de amor y ternura, y no quería abrumar con tanto amor, pues pensé que no sería eso lo que les atraparía, me tacharían de eterna enamorada, pero no les atraparía con eso.
Entonces me quedé más blanca aún que esa hoja, cuando me di cuenta que me quedaba media hora, para escribir. Y no tenía ni idea sobre qué escribir. Yo.Yo.Yo que en este blog soy capaz de escribir sobre cualquier cosa.Yo, que mientras camino por la calle, voy relatando historia, tras historia, escribiendo mentalmente relato tras relato. Y ahora, miro la hoja en blanco y no soy capaz de escribir nada que crea que merezca la pena. Nada que piense que les pueda dejar boquiabiertos. Por un momento me desespero. Me pongo de pie. Doy vueltas y vueltas a la mesa. A la silla. Miro la lampara. Creo que podría dibujarla, me la se de memoria de tanto mirarla. Toco la pared con las manos, y mis dedos quedan impregnados de olor a pintura fresca.
Sin pensarlo, podría decir que sin querer, mientras el tiempo me apremiaba, cojo el bolígrafo bic negro y escribo una frase en la pared blanca.Muy blanca. Cuando salgo del trance en el que me había sumergido, quiero borrar la frase de la pared, pero ya es tarde. Justo ahora, ha pasado una hora. Pronto esa puerta se abrirá y vendrán a por mi, a por mis palabras. Y yo no he escrito nada. La hoja está en blanco y yo quedo allí, de pie, como esperando a que la puerta se abra.
Y la puerta se abrió y entraron y me miraron de arriba a bajo. Y me preguntaron por lo que había escrito, y les dí la hoja en blanco y me miraron asombrados, y una de las mujeres, dijo: "nada, no ha escrito nada...". Y otra, sorprendida, le apremió: "No, eso no puede ser, traiga, traiga esa hoja, a ver, aver..". Y las dos mujeres, y el hombre del bigote, con los ojos bien abiertos vieron que efectivamente no había escrito nada.
Pero en aquella habitación de paredes blancas, por primera vez, sin escribir nada, conseguí dejarles a todos con la boca abierta, como ellos querían: cuando una de las mujeres miró la pared, y pudo leer lo que en ella había escrito. Luego, lo vieron los demás, y quedaron boquiabiertos. Una mujer sonreía, otra fruncía el ceño, el hombre del bigote quedó con la mirada fija en la pared.
Fue entonces cuando les hablé: ¿veis? Al final he conseguido lo que queríais.
Y me fui. Salí de allí corriendo. Nunca más volví.
Tampoco os diré lo que escribí en la pared, no vaya a ser que os quedéis como ellos.
Cosas que se dicen
Ella, le cogió con sumo cariño y ternura su mano, la mano de la persona con la que cada día construye sus sueños y su vida, y le dijo:
"Nunca dejaré que nada ni nadie te haga daño.Respetaré tus decisiones, porque eres libre aunque yo te tenga tan atrapada en mi corazón, y con tu libertad puedes hacer lo que quieras. Si un día me dices que te vas de misionera, te acompañaré, y viviré contigo el hambre, las guerras, el dolor que produce ver a tanta gente necesitada de comida, amor, y paz. Si algún día no estás tan segura de nuestra relación te dejaré tu espacio y tu tiempo, porque solo un amor como el tuyo y el mio merecen una espera, y una tregua. Si sufrieses alguna enfermedad allí estaría yo para cuidarte, para que nada en este mundo te pudiese hacer sentir inferior, mis manos serían las tuyas, mis piernas, las tuyas, mis ojos tus ojos. Cuando fracases yo te apoyaré, y no te diré lo que quieres escuchar, te diré tan solo la verdad, si aquello fue un fracaso te diré que lo era, y de no serlo te diré que no lo era. Seré tan justa como sincera contigo. No te engañaré, y si tu alguna vez me engañases te perdonaría, porque solo quien sabe perdonar sabe amar. Nunca te pegaré, ni te gritaré, ni te humillaré a solas o delante de cualquier persona. Y si tu alguna vez lo hicieses sabría perdonarlo e intentaría entablar contigo una conversación hasta conseguir vislumbrar en ti el arrepentimiento. Te pediré que te cases conmigo, algún día de estos, no muy lejano, y ojalá me digas que sí, pero si de tu boca saliese un no, no pasaría nada, guardaría todas estas palabras, en una caja de cartón, y buscaría a otra persona que quiera casarse conmigo, porque solo hay una cosa en esta vida que no consentiré y esa cosa es: que no quieras casarte conmigo. Lo siento hija mía, perfecta no podía ser".
El chico del libro
Hace varios días que veo a un chico, de unos 35 años de edad, sentarse en un banco, a mi lado. Cada tarde, a las dos y media de la tarde llega, puntual, enciende un cigarrillo, y abre un libro y se pone a leer. La primera vez que lo vi sentí miedo, y me cambié de banco. Lo hice sin querer, fue una reacción típica:tu cerebro te ordena algo rápidamente y tus demás extremidades responde, de forma, que no te dejan pensar que coño haces.
El se dio cuenta, debió pensar que soy una racista de mierda.
El chico es ecuatoriano. Ese día, después de aquel mal gesto por mi parte. No dejó de mirarme.Levantaba la vista, cada vez que pasaba una página de su libro, y me miraba. Al día siguiente, como cada día allí estaba puntual. Con su cigarro y su libro abierto. Yo llegaba caminando, cuando lo vi sentado. Creo que pensó que no me sentaría a su lado, porque por la forma en que me ha mirado creo que me ha reconocido: demasiado tiempo mirándome ayer como para no reconocerme.
Me siento. Pero esta vez me siento a su lado, con tres bancos libres a mi alrededor. Es mi perdón, mis disculpas, por lo de ayer -pienso, pero no le digo-.
Saco mi bocadillo, y comienzo a comer. El me mira, con su cigarro en una mano, y el libro en otra.
Esta leyendo un libro, que he alcanzado a leer, a lo largo de todas las veces que le he mirado de reojo: El guardián entre el Centeno de J.D Salinger.
El, que al parecer no tiene ni un pelo de tonto me mira. Me mira, esperando a que yo me gire a mirarle: me mira con la cabeza totalmente girada, y yo de reojo. Al final termino mirándole y el hablándome: Es un libro muy bueno, deberías leerlo -me dice-.
Y yo con la boca llena, inventando que decir. Hasta que le contesto con : "¿Quieres?, es de salchichón está muy bueno". Me responde que no, que ya ha comido, y comienza a hablarme, como si hubiese estado esperando este momento:
"Mis compañeros comen en un Bar cerca de la obra en la que trabajamos, soy albañil, como decís aquí "paleta", ellos comen un menú que sale por 7 euros, "menú para obreros", pero yo no puedo gastar 7 euros en comer cada día. Yo me traigo preparado de casa un bocadillo, que me como en 5 minutos, así luego, tengo tiempo para venir a este banco, y leer, que es al fin y al cabo lo que más me gusta".
Me quedo sin saber que decirle: ahora entiendo el color blanco y sucio en su ropa, su pelo alborotado, sus zapatos viejos y sucios. Es albañil.Sonrío.
Continúa hablando, no sin antes haberme preguntado si me molestaba. A lo que yo respondo que para nada, que no me molesta, que me gusta escuchar:
"Mi familia no está aquí, está en ecuador, ellas quedaron allí, y yo vine a ganar algo de dinero, cada mes les envío la mayor parte de mi sueldo. Yo gano 800 euros, porque soy de menor categoría que mis compañeros, trabajo en negro, me pagan cada mes dinero en mano. Yo no subo a los andamios, mi jefe dice que yo en ningún momento deje de pisar suelo firme, que si me caigo le busco la ruina. Varios compañeros más trabajan igual que yo "de ilegales". Pero es lo que hay. Yo cada mes necesito el dinero para enviarlo a ecuador. Mi familia, con ese dinero hacen maravillas, mi hija estudia, y mi mujer que está algo enferma, cuida de la casa y de nuestra hija. Huí de ecuador con la intención de traerlas aquí dentro de poco, pero la cosa no es tan fácil. Hasta que yo no tenga dinero suficiente, y un trabajo más seguro nada de eso puede pasar. Habrá que esperar.Sí, me gusta leer, mi sueño es ser escritor, pero es un sueño más, como el de traer a mi familia conmigo, algún día."
¿Sabes? -continúa hablando- hace 5 meses trabajaba en un lavadero de coches, mi jefe era Argentino, no te vas a imaginar. Me pagaba 500 euros, por trabajar desde las 8 de la mañana a las 9 de la noche. Sin descanso. Cada día tenía que comer en 2 minutos. El, compraba su comida en un asador de pollos, que había cercano al lavadero, se lo comía delante de mis ojos, sentado en su silla, y apoyado en su mesa, y nunca me preguntó si quería, ni tan siquiera por cortesía. Y eso, que es Argentino, pensaba cada día, pero yo seguía allí, aguantado malas formas, un horario con el que terminaba reventado, pero bueno, todo fuese por el dinero y porque al fin y al cabo el hombre no se portaba tan mal conmigo. Una mañana, llegué, llovía mucho, y el lavadero estaba cerrado. El tío no venía y yo me resguardé bajo unos balcones, a esperarle. Llegó empapado y con una mala hostia......me asusté, era la primera vez que me asustaba ante sus ojos. Me gritó: que porque no había abierto el lavadero. Y le contesté que quién tenía las llaves era él, no yo. Me gritó que no servía para nada. Entró al lavadero, cogió una bolsa, pequeña, y me la lanzó, me golpeó la cara con ella. La cogí: era dinero, exactamente 120 euros. Me dijo que me fuese que no quería volver a verme, que ahí tenía mi liquidación. Hice la cuenta, faltaban 60 euros, se lo dije, y me dijo que saliese corriendo de ahí si no quería que mañana alguien me buscase y me diese una paliza. Salí de allí y ese mes tuve que dormir en la calle, porque preferí eso a no poder enviarle nada a mi familia. En la calle conocí a dos chicos, españoles, que trabajaban en la obra en la que hoy estoy, ellos me ayudaron, me dieron casa y me presentaron al jefe, que al día siguiente me dio trabajo, es con ellos con quien hoy comparto piso, pago 200 al mes, gastos aparte. Y este es un breve resumen de mi vida, desde que llegué aquí. La gente española me tendió la mano, la extranjera, como yo, me dio patadas. Eso me hizo replantearme muchas cosas............"
Miro el reloj, son casi las tres: tengo que irme a trabajar -le digo-. Yo también -me responde-
¿Mañana estarás aquí? -le pregunto con ganas de que me diga que sí y me siga contando cosas de su vida-.
No. Ya me he terminado el libro -me responde-.
Nos levantamos, se despide con la mano, y su peculiar andar. Le miro alejarse y me doy cuenta que la gente como él: gente luchadora, gente de gran corazón, son los que merecen ganar cualquier batalla, son los que merecen cumplir sus sueños.
Buena suerte campeón.
Cuando yo era "joven" je je je
He encontrado un Cd que daba por perdido. Un Cd, que contiene parte de mi pasado, desde los 20 a los 24 años. Son fotos, muchas fotos: de mis conquistas, de mis ex novias, de mis amigas, de mis ex amigas, de mi familia, de gente que nunca llegué a conocer en persona, de gente que ya conocía sin saber, y reconocí por esas fotos.
Historias. Pasado. Sí, un pasado maravilloso. Me han pasado tantas cosas, en estos últimos 6 años que se me eriza el bello: me escalofrío, con solo pensarlo.No entiendo como pueden caber, tantas cosas, tantas sensaciones, tantas personas, tanto amor, tanto desamor, y tantas cosas juntas, en 6 años. Me pregunto si los próximos 6 años vendrán también llenos de cosas mejores aún.
Me ha hecho gracia, yo también tuve 19 años:
Que gracia, cuando conocí a mi primer gran amor por primera vez y conseguí tener esa cara de gilipollas, que en esa foto tengo.Es curioso como pasa el tiempo, como se curan las cosas con el tiempo. Cuando mi primer gran amor me dejó, quise morir, y ahora solo guardo un buen recuerdo de todo aquello, lo malo........lo malo lo tiré. Que pensándolo bien tampoco hubo cosas malas, solo que el amor por una de las partes, se termina, algunas veces.
De aquello solo echo de menos algo: a alguien:
AZUL, en catalán. Le pusimos así (lo elegí yo) porque tenía los ojos azules como el mar. Y el azul, por ese entonces, era mi color favorito.
Se lo quedó ella. Lo vi bien. Conmigo, en esos momentos no podía venir. Hoy lo secuestraría. Si no fuese porque no se como hacerlo, nunca he secuestrado a nadie. Le echo de menos. Es lo que más echo de menos de aquella relación, fíjate que cosas.Ja ja ja ja ja.
Yo tenía preparado un relato. Lo llevaba toda la mañana montando en mi cabeza: escribiéndolo mentalmente, pero al llegar a casa y encontrarme con el Cd, ha quedado esto.
El relato mañana. O más tarde.
Hoy me he acordado:
-De las canciones de Estopa, cuando hacíamos limpieza de casa los fines de semana.
-De los helados de los Italianos, en Granada.
-De las comidas de mi Madre: de las barbacoas en casa.
-De los apuntes, y aquella pesada carpeta.
-De los paseos por el Parque García Lorca. Del viejo del parque. De la foto que te tomé mientras escribiste aquella nota.
-De aquel barril de cerveza que no supe poner.
-De la gente que me ayudo y me apoyó. Gente que me enseñaron todo lo que hoy sé.
-De la cuesta hasta llegar a tu casa: nuestras conversaciones, en los parques, o por Internet.
-De las noches de desenfreno y locura.
-De las noches, en la cama, escuchando "Océano Pacífico". Cuando leyeron mi pequeña carta en directo, con aquella voz, y me emocioné infinito.
-La sonrisa de mi Madre, en aquel tiempo, en que fuimos realmente felices.
-De las tardes en la terraza de mi habitación, infinitamente rayadas, pensando en qué hacer con nuestras vidas.
De esta canción:
Hacía varios meses que no la escuchaba.....raro en mi.....
Conversaciones (por ponerle algún titulo)
Ayer, por teléfono, tuve una conversación demasiado trascendental con mi Madre.
Hablamos sobre el paso del tiempo. Su historia es sencilla y complicada a la vez: mi madre y mi padre se quieren, pero mi padre está con otra, desde hace 5 años. Lo triste es que a pesar de que se quieren no están juntos. Y no creo que nunca lo vuelvan a estar. Demasiados obstáculos.
Sencillamente le decía a mi Madre, que cuando mi Padre envejeciese, esa mujer joven que ahora está a su lado, quizá no se quedase con él. Que posiblemente no quisiera cargar con un viejo.
Creo que lo bonito del matrimonio, no es estar en lo bueno y en lo malo. Es simplemente estar.
Porque es triste querer, y amar a una persona durante toda tu juventud, entregarle tus años, todo lo bueno y lo malo (también) de ti, y que cuando estáis empezando a envejecer juntos, alguna de las parte se marche: abandone. Cuando quizá más se necesitan cerca.
Así es la vida, eso dicen. Pues que putada.
Aquel verano
Aquel verano, lo pasamos en el restaurante de mis tíos. Me gustaba Natalia, por aquel entonces. Soñaba con ella, cada noche, con pasar el mayor tiempo posible a su lado. Por eso le propuse que se viniese al restaurante de mis tíos, todo el mes de Agosto, que además, era mi cumpleaños, lo celebraría, y quería que estuviese ella.
Teníamos 17 años, por ese entonces, ella, aún tenía que pedir permiso a sus padres para según que cosas, así que le dije que no se preocupase, que esperaría la respuesta. Su madre le dio permiso, pero tan solo le dejó la primera quincena de Agosto. Ya esta bien. Ella no protestó, y yo menos aún. Hicimos nuestras maletas. Mi Padre nos llevó en coche hasta allí. Mis tíos tenían un restaurante enorme, cuya planta de arriba estaba llena de habitaciones. Y una de ellas era para nosotras dos. Mi tío nos recibió con mucha alegría. Eran como unos segundos padres para mi. De momento nos llevaron a nuestra habitación. Mis tíos no tenían hijos, mi tía por culpa de una enfermedad muy grave, le tuvieron que extirpar los ovarios y demás. Y mi tío se resigno a ello. Querían adoptar, pero nunca se pusieron en serio, nunca llevaron la idea más allá de la idea.Nunca lo hicieron realidad. Así que yo siempre era demasiado bien venida allí. Me querían con locura. Y siempre, la gente que venía conmigo eran tan bien recibidos como yo: como una más de la familia. Y con Natalia no fue menos.
Yo me conocía aquel restaurante como la palma de mi mano. Conocía, incluso, zonas secretas donde nadie había estado antes. Natalia, nada más ver el restaurante se sorprendió. Decía que nunca había visto un lugar tan grande y bonito. Y eso, que aún no había visto nada.
Descansamos en la habitación. Yo, estaba demasiado enamorada de ella, como para mirarla mientras se quitaba la ropa, por eso, cuando empezó a quitarse la camiseta, que decía tenía una macha, yo le dije que iba al baño. Y salía justo cuando intuía que se había vestido. Sí, de esa manera, sabía que nunca podría robarle ni tan siquiera un beso, pero es que, prefería su amistad, y poder disfrutar de otras cosas con ella, a contarle mis sentimientos, y que todo empezase a marchar mal. La primera noche comimos con mis tíos. Natalia alucinaba con la comida, miraba con los ojos muy abiertos a mi tío, como queriendo adivinar de donde han salido esas manos tan expertas que tiene. Porque mi tío es cocinero. Pero un cocinero de estos que te hace con cualquier cosa, algo rico. Esa noche, Natalia no dejó nada en el plato. Y yo tampoco. Mi tía se encarga del personal. Hay 5 camareros trabajando en el restaurante. Ella es la encargada de que todo marche bien. Mientras mi tío se encarga de que todo vaya bien en la cocina, para que la gente se vaya bien contenta y vuelvan.
La primera noche dormimos cada una en una cama. La segunda también. La tercera fue diferente. Natalia, tuvo una pesadilla y me pidió que por favor le hiciese un hueco a su lado. Esa noche además de un hueco en la cama, le hice un hueco en mis brazos. La abracé. Era la primera vez que ella y yo nos abrazamos en la cama. Le dí mi calor. Sentía el suyo. Pronto unas ganas de besarle se apoderaban de mi. Y la besé. Pero nada más allá de un beso casto y puro en la frente. Al cual ella respondió con una sonrisa, que hasta pude escuchar, una sonrisa que me iluminó en la noche. Los días que vinieron le enseñé todos los entresijos del restaurante. La llevé a mi sitio favorito: es un sitio rocoso, desde el que se puede ver la inmensidad del mar delante de tus ojos. Si miras al frente lo ves todo azul intenso. Y te llenas de escalofríos sintiendo la brisa que te golpea en la cara, en la piel, con olor salitre. Quedó con la boca abierta cuando vio aquel sitio. Yo disfrutaba con su cara. Era tan bonita. Más incluso que el paisaje que se pintaba ante nuestros ojos.
De madrugada, me levantaba e iba a robarle pan al panadero. Mis tíos tenían un panadero que hacía el pan, cada madrugada. El pan más bueno de la historia. Pues yo a las 4 de la madrugada despertaba e iba a por pan, cogía 4 panecillos pequeños, recién salidos del horno. Los llevaba hasta la habitación, que nada más entrar se llenaba de olor a pan recién horneado. Ella, con el olor la primera noche despertó. Nos comimos el pan, mientras nos reíamos, y contábamos cosas. Las demás noches eran igual. Cada noche hacíamos esa gamberrada. Hasta que una noche ella quiso acompañarme. Cada noche cogíamos más panecillos, que estaban tan buenos, y luego en la habitación los comíamos con crema de chocolate, mantequilla, o solos.
Durante el día, hacíamos excursiones. Le mostraba los sitios que para mi, eran los más bonitos.
Cada vez se impresionaba más. Decía que no entendía como yo conocía todos esos lugares, que algunos parecían inexistentes. Y yo le explicaba, que cuando venía sola al restaurante de mis tíos, me dedicaba a explorar sitios nuevos, para algún día poder llevar a alguien especial, y enseñárselos. Ella sonrió.
Hacía demasiado tiempo que no la veía sonreír tanto. Sus Padres se estaban divorciando. Y ella, en medio, lo estaba pasando demasiado mal. En la semana que llevaba conmigo en casa de mis tíos, no había dejado de sonreír.
El segundo día de la segunda semana y última que le quedaba que pasar conmigo en el restaurante, me volvió a pedir que si podía dormir conmigo. Yo le dije que sí, con tal énfasis que hasta parecía que estaba esperando esa pregunta, para contestar un sí. Ella volvió a sonreír.
Esa noche, dormimos abrazadas. Demasiado abrazadas, sin soltarnos, la una a la otra. La abrazaba por la espalda, y mis manos se colaron por debajo de su camiseta: empecé a jugar con su espalda. Pensé, que pronto mi mano tendría que apartarse de ahí, a pesar de que lo que yo quería era investigar un poco más su cuerpo, su piel. Más tarde eran sus manos las que descubrían la mía. Ella me comenzó a acariciar la nuca, espalda, con las yemas de sus dedos y yo, nerviosa, por el momento y casi sin creer lo que ocurría me dejé llevar.
Con mis manos cogí su mejilla y en la oscuridad la miré. Sus ojos brillaban. Y fue en ese momento cuando, por primera vez nuestras bocas se juntaron, y sin hablar, nos besamos. Ella buscó mis manos, durante ese beso, y yo busqué las suyas. Nuestras manos quedaron entrelazadas, al igual que nuestras lenguas, que no dejaban de jugar cada una en la boca de la otra.
No me habría imaginado en ningún momento aquella situación. Entendí entonces, que las cosas llegaban cuando tenían que llegar, que solo había que aguardar pacientemente.
Hicimos por primera vez el amor, en esa cama, arropadas hasta arriba, con la fina sábana blanca. Esa madrugada no fuimos a coger pan recién horneado, esa madrugada, y las que vinieron más tarde, preferí buscar su cuerpo, su piel y el sabor de sus besos.
Aquella casa con moho
Aquella noche hacía mucho frío. Y solamente tenía un calefactor, que me ponía entre las piernas. Un calefactor al que abrazaba. Aquella casa me daba cierto respeto. Dormir sola, era todo un reto para mi. Miraba las paredes, blancas, y escuchaba como hablaban. Veía como se movían. Se movían las paredes. Esa casa olía a moho, te pusieras donde te pusieras. Aquel olor a moho se metía por tus fosas nasales hasta llenar tu cerebro de hongos de color verde.
Sabía que en aquella casa no estaba sola. Estaban los hongos conmigo. Pero aquella noche tenía miedo, y me pasé toda la noche al lado de la puerta, abrazada al calefactor con un cuchillo en una mano y el rodillo de amasar en la otra.
Con tres mantas por encima, y la luz de mi teléfono móvil, enfocando mi cara.
Si esa noche alguien hubiese entrado en aquella casa, creo que habría salido corriendo, al verme allí, bajo las mantas, abrazada a un calefactor, con aquellas dos armas de defensa en mis manos. Y aquella cara de pánico terrible.
Amanecí sobre una manta, en el suelo. En esa casa no entraba ni un rayo de luz. Por eso, creo, que la felicidad nunca se quedaba allí dentro. Sin luz, se vive en las tinieblas. Y la casa se hiela, y tu te terminas helando por dentro. Y tu vida, y tu amor, y tus sueños. Se congelan. Se quedan como yo, cerca de la puerta, con miedo. Como esperando a que venga alguien: a rescatarnos.
Cuando saque todas mis cosas de aquella casa, y quedó vacía. Dije adiós y me respondió un eco que si cierro los ojos aún escucho.
Recuerdo aquel olor. Ese olor que a veces no te dejaba dormir. Me pregunto como salí viva de aquella casa. Cuando el único lugar acogedor era la cocina, porque tenía una ventana, por la que entraba algo de luz, y si cocinabas, dejabas de oler durante un rato el moho. Y parecía que estabas en otro sitio diferente.
Fue por aquel entonces cuando comencé a hundirme en la miseria. En mi miseria. En la que yo había elegido.
Porque a veces no te elige ella a ti, sino que tu la eliges a ella.
Y tienes dos opciones, seguir allí, y convertirte tu también en moho, en escarcha, en soledad, debajo de una manta, al lado de la puerta, o salir por la puerta y no regresar jamás allí.
Aquello no era la felicidad. Sin embargo, cuando estás allí metida piensas que eso es lo que mereces, porque no hay nada mejor. Y piensas que tienes que ser feliz con lo que tienes. Y ahí está el error, el grave error.
Vete
Estabas en la puerta, las maletas cerca de tus piernas.Con las manos en los bolsillos. La garganta en silencio. La casa en silencio. El pasillo, incomodo, se aparta, ante mi, para que pase. No, no voy a despedirte. Nunca me gustaron las despedidas, aunque irte sea lo mejor, para ti, para mi.
Llevas el pelo suelto, la mirada suelta, también. Sin mirar al frente. Sin mirar al suelo: en realidad no miras a ninguna parte porque tienes miedo de que tu mirada se pierda por la casa, y no encuentre la salida.
Eres valiente. Aguantas tus lagrimas, tras tus gafas que comienzan a empañarse. Me acerco a ti, como queriendo decirte algo, pero no te digo nada.
Tu me miras, de arriba a bajo, como si quisieras fotografiarme a mi, a ese momento, y me da miedo. Miedo porque lo mejor que haces es salir por esa puerta, y tengo miedo de que quieras volver.
Vete, por favor, te hago con un gesto de mano, que sé que basta en ese momento: porque ese momento es el típico que estás deseando que termine, y no recordar en tu vida. Aunque luego se convierta en el que nunca olvidas.
Cuando ella se va, pase lo que pase, aunque te haya taladrado el alma, aunque te haya fundido a balazos el corazón, sabes, que una parte de ti no quiere que se vaya. Pero es mejor que esa puerta se cierre con ella fuera, es lo mejor, el futuro lo dirá, si es que existe ese futuro.
Y estás allí y maldita sea, quisiera empujarte, y lanzar tus maletas por las escaleras. Pero no puedo. Tanto tiempo dibujando en tus ojos sonrisas. No puedo. Por un momento mi corazón se disfraza y podría escribirte el poema más bonito de este mundo; decirte que te quedes, que lo nuestro puede convertirse en la historia de amor más bonita que nadie jamás haya contado. Parece que sonrías. Siempre he pensado que eres la persona que más me conoce sobre la faz de la tierra, a pesar de eso ahora, daría lo que fuese por verte ir.
Me acerco a ti, te cojo de las manos, que por fin consigo que saques de los bolsillos, con tan solo mirarlas. Las cojo y despacio te pido que te vayas, que cojas tus maletas y te vayas.
Suspiras. Y parece que con uno de esos suspiros me vayas a llevar contigo.
Me tienes que decir algo, me dices. Lo acepto, te pregunto que es eso que me tienes que decir.
Que te has llevado toda la ropa y todos los regalos que me has comprado a lo largo de todo este tiempo. Quedo quieta, sin comprender el porqué. Pero ahora, a estas alturas, lo material me da igual. Por eso te digo, de forma tranquila, que no pasa nada.
No sé, pienso para mis adentros que quizá me dirías que me vas a echar mucho de menos, que no se me olvide echarle cada día, de comer al perro, o que no olvide de tomarme la pastilla. Pero no. Me dices que te llevas todo lo que me has comprado, por mis cumpleaños, nuestros aniversarios, y demás, en tu maleta. Y a estas alturas todo eso me da igual.
Te miro y no veo nada más que una desconocida ante mis ojos. Y solo deseo que cojas tus maletas y salgas por la puerta ,y no mires atrás.
Marlango-Vete (Malas temporadas)
Te sigo debiendo muchos post
Todo parece un sueño:
Los días van pasando y sigues a mi lado. Sigo con esa sensación dentro de mi: esa sensación: como si te conociese de hace años. Y creo que es porque te llevaba soñando y buscando mucho tiempo. Imaginando a alguien como tú.
26 años esperándote creo que han sido suficientes. Todo lo malo ha merecido la pena.
A tu lado encuentro la paz que hace tanto tiempo andaba perdida en mi.
Y es que, mi amor, me he quedado sin sueños, porque ya no tengo que soñarte: ahora estás a mi lado, eres real. Ya no serás un sueño. Ahora te tengo a mi lado, eres de carne y hueso. Piensas. Te mueves.
Y lo más importante: me quieres.
Imaginar una vida contigo a la vez que me hace feliz me hace sentir vértigo. Porque cada día completas más mi puzzle. Vas acoplando las piezas que nadie nunca supo donde se colocaban. Y tu, con amor, lo haces tan bien.
Mi meta es hacerte feliz. Mirarte y que tu sonrisa me deslumbre. Quiero multiplicar cada día lo nuestro.
Quiero que camines de mi mano, a mi lado. Que me dejes cuidarte.Quiero mirarte cada día y recordarte lo guapa que estás. Quiero secuestrarte en la cama: hacerte el amor. Quiero escribir en tu cuerpo nuestros nombres, escribirlo con mis besos y mis caricias.
Te doy las gracias por estos días-meses-y los que están por llegar.
Sabes? mañana será un gran día, como cada día lo es, porque despierto a tu lado. Porque cada noche duermes en mis sueños, y descansa tu cuerpo junto al mio. Me haces tan feliz que no se escribirlo, pero si te puedo mirar y fundirlo en tus ojos.
Casi me detienen por querer coger (para ti) este gran poster que hay en una parada de auto bus:
Hubiese quedado bien al lado del de Lucia y el Sexo, no crees? :o)
Cuando las cosas pasan por algo
Mi abuela, que en paz descanse decía: Después de una cosa mala, llega una buena.
Cosas de viejos, pensaba yo, con apenas 16 años cumplidos. Cuando llegue a vieja diré las mismas cosas que mi abuela, supuse por aquel entonces.
Hace unos 4 meses, mes arriba, mes abajo, mi hermana perdió su móvil, de más de 200 euros en los coches de choque, se cayó del bolsillo. Sí, de ese bolsillo, que ahora las niñas, han inventado; entre la cadera y los pantalones ajustados sin bolsillos, porque la moda es no llevar nada en los bolsillos, por eso, si los pantalones de chica, de adolescente, llevan bolsillos, éstos serán falsos (de adorno) o tan pequeños que no cabrá nada, ni un céntimo.
Lo perdió y se dio cuenta demasiado tarde. Me mosqué mucho. No le eché bronca, esa noche, al día siguiente le dije que como se le ocurría llevarse el móvil, con dos días de vida, de estreno, a la feria, a montarse en los coches de choque. Pero me puso tal cara, que me dio pena y dejé de hundirla en la miseria. Luego la lucha con Vodafone para que me quitaran ese contrato al que me había atado, por mi hermana, durante 18 meses. Al final, mandando la denuncia vía Fax, el contrato se extinguió.
Mi hermana había perdido el Nokia, uno de gama alta, de los mejores, cámara de 2mp, y a todo eso le sumamos que dentro, tenía una tarjeta de memoria de 2Gb. Fue una ruina perder aquel móvil.
Meses más tarde la historia se repite. Pero esta vez parece que al contrario.
Resumo: Mi hermana va a la discoteca, deja su chaqueta en el guarda ropa, le dan un tiket para recoger luego su chaqueta. Salen de la discoteca, pide su chaqueta y le dan la suya y otra más. Lleva las dos chaquetas en la mano, sin darse cuenta. Hasta casi llegar a casa, que se da cuenta que le pesa demasiado la chaqueta y se da cuenta que lleva dos, mete la mano el el bolsillo de la chaqueta que no es suya, que también es azul oscura, como la suya, mete la mano y toca algo duro: es un móvil. Mi hermana, alucinada, no sabe que hacer. Le da la chaqueta a su amiga, y dice en voz alta: un móvil!!!!!!!.
Ciertamente, mi hermana tenía dos opciones, llevar la chaqueta al guarda ropa, devolverla, junto con el móvil, o quedar con todo. Pero mi hermana en esos momentos recuerda aquel día en que perdió su móvil y nadie se lo devolvió. Mi hermana considera eso un robo. Yo le digo que no, no es un robo. Simplemente que ha querido alguien, Dios, quizá, devolverle el móvil que hace meses perdió. El móvil que se había comprado con todos sus ahorros de verano.
No temas -le digo-, quédate ese móvil. Pues solamente una niña con dinero y de papá podía tener ese móvil y esa chaqueta, que todo junto estaba valorado en más de 400 euros (y no exagero).
Es una discoteca de pijas -me dice mi hermana-. Y yo le pregunto: ¿Y que hacías tu allí, si tu no eres pija?. Y me responde: No sé, no lo se muy bien, es la primera y no será la última vez que voy.
Mi hermana duda, sigue nerviosa ¿me lo quedo, no me lo quedo?. Quiere que su hermana mayor le diga QUEDATELO, de una puñetera vez, y dejar de sentirse culpable.
En serio, no temas -le digo- quédate el móvil, a esa niña sus padres le repondrán el móvil y la chaqueta, a ti nadie te lo podía reponer: un verano más trabajando, solo eso te repondría ese móvil.
Mi hermana ha captado la idea. Se lo queda. Ahora está flipando. Se lo lleva al instituto, a que otros niños se lo vean y se lo roben.
Esto es un circulo vicioso. Nada es de nadie. Nada tiene nombre si te descuidas.
Cuando cumples 25 años
Mañana mi gran amiga Atlanthis, cumple sus 25 años. Cumplir años es todo un privilegio en los tiempos que corren. Mantenerte vivo en este mundo, cuando hasta quedarte en casa, mirando la televisión o dándote una ducha es peligroso, porque la ETA puede poner una bomba justo debajo de tu balcón y volar tu casa: tu vida: tus sueños.
Cuando caminar por la calle es cada vez más difícil, porque cada vez somos más. Y algunos te intentan robar, te intentan robar el bolso, o la vida. Y a veces prefieres perder 100 euros a perder la vida por un navajazo que un desquiciado drogadicto con mono de tres días te propina en todo tu estomago.
Me duele. Me hace daño ver a esa gente, que se resguarda del frío invierno, bajo las carreteras, en el metro. Allí, se resguardan, sentados en las escaleras, o dentro, tumbados sobre colchones de cartón y arropados con mantas que recogen de la basura.
Esa es su casa. Y que se atrevan a echarles de allí.
Me dan pena, en serio. A veces me gustaría coger a uno de ellos, llevarle a casa: meterle en la ducha, hacer que se siente en la mesa, que coma todo lo que le apetezca y que duerma, luego, en una cama de verdad. Con esto no te ganarías el cielo, te ganarías su mirada y haberle dado cobijo, comida y cama a un extraño que no es ni más ni menos que persona, como tu y como yo. Solo que el cada noche duerme en la calle, sobre cartones, y tu en tu cama, arropado hasta arriba con el nórdico de plumas de oca.
Recuerdo que cuando yo cumplí mis 25 años me sentía igual que ahora, cuando voy camino de los 27. Porque en realidad mi edad, la edad que consideraba perfecta para todo: eran de los 20 a los 22. Cuando eras todo lo que te proponías ser. Cuando eras más inocente, y más tonta; y gracias a eso vives más cosas. Cuantos más años cumplimos más cosas dejamos de hacer, por miedo a miedos, por que las cosas que ya has vivido años atrás, dices que te han enseñado que eso no se debe hacer. Cuanto de equivocados estamos amigos. Haz lo que te apetezca.
Mírame a mi. Si no me hubiese mojado, si no me hubiese lanzado a venir a Barcelona, por culpa de mi pasado, por culpa de que una vez, algo parecido a esto me salió mal, me habría perdido todas las cosas buenas que me han pasado y me están pasando.
Por eso que deja de pensar en hacer o no hacer todo eso que te propones, o pasa por tu cabeza. Y no haces, por que tus principios no te dejan, o tus recuerdos, o tu misera vida, que dejará de estar hundida en la miseria desde que te lances, desde que tires de la manta que te tapa hasta no dejarte ver.
La vida es esto. Lo otro es un cuento que hace tiempo inventamos.
Nada importante
Creo que llevo unos días que no escribo nada que merezca realmente la pena, lo sé: no vale decir que no.
En el trabajo mucho trabajo, por eso se llama: trabajo (supongo). Llego más cansada de lo normal. Con ganas de hacer todo,y en serio, realmente no hago nada. Creo que he empezado el año boca abajo, que no mal, muy bien, pero boca abajo. Me vuelvo a comer las uñas. Y mes tras mes me prometo tener dinero: y nunca lo tengo.
No sé. Es todo tan relativo. Tan raro. Sí, raro. Raro como dos personas que se empujan dentro del metro, sin motivos, sin más. Porque les apetece. A veces te entran ganas de huir de la humanidad. Sigo sin entender las historias del metro. Esas que se esconden tras los rostros de las personas: tras sus oscuras intenciones.
Tengo que escribir más. Escuchar más canciones de Ismael Serrano. Dibujar: tengo que pintar un cuadro. Quiero terminar de escribir mi libro. Quiero dormir: quiero pensar: quiero secuestrar a esa niña en la cama y no dejarla salir. Todo eso quiero. Pero falta tiempo ¿dónde están los días de 48 horas?. Tanto que prometen los políticos, tanta mierda, tantas mentiras. Pero todo sigue igual.
La ciudad, el mundo, nosotros: las personas, nos movemos a un ritmo acelerado. Convertiremos los días en horas. Ya verás.
Cuando no estás
Cuando no estás en casa busco tu olor hasta encontrarlo. Te espero, sabiendo que siempre llegas, y me miras con esos ojos, con esa mirada tan limpia, que si yo hubiese querido inventar no habría logrado ese efecto.
Cuando no estás miro tus cosas, que se encuentran quietas, en el mismo lugar que las dejaste. Te imagino sentada en tu silla, jugando a tu juego favorito. Y me inundo de alegría al saber que cada día llegas a casa sana y salva: que has sobrevivido a un día más. Y que cerramos el día juntas, que dormimos nuestros sueños tan cerca, que se podrían mezclar entre ellos.
Cuando no estás, sonrío, porque sé que siempre llegas para devolverme la sonrisa. Para mover tus cosas de sitio y para ocupar tu espacio: ese que dejas tan vacío cuando no estás.
Cuando no estás ella y yo, te echamos de menos: infinito:
Corto
Recomiendo este corto:
Mariquita con Perro
En serio, si tenéis tiempo tenéis que verlo.
Cuando veía el mundo desde sus brazos
Hace tiempo que me di cuenta que recordaba cosas de mi pasado, de cuando era bien pequeña. Y entre las cosas que recuerdo y las que mi Madre, con paciencia, en más de una ocasión me ha ido contado, he podido saber cuanto de feliz fui cuando aún estaba aprendiendo a caminar.
Recuerdo aquellos días, entre fina arena de playa y algas. El chupete se me caía a la arena, y al estar mojado quedaba rebozado de ésta: no se como mi Madre siempre se daba cuenta de estas cosas, y me salvaba siempre de que me lo llevase dentro de la boca. Dice que yo me reía. Que sonreía cuando me regañaba para que no tirase el chupete a la arena. Y yo, cada vez que se descuidaba, lo lanzaba una y otra vez, y la miraba con una gran sonrisa en la boca.
Mi Madre, siempre me ha dicho, que la sonrisa que se dibujaba en mi cara era la más bonita que jamás había imaginado que vería nunca.
Siempre quería ir en brazos de mi Madre o Padre, esto lo recuerdo con mucha claridad. Y sé porque quería ir todo el rato en brazos. No era por no querer andar. Es que, desde los brazos de mi Madre o Padre se veía el mundo. Era como asomarte desde un rascacielos, desde el cual contemplas toda la ciudad. Esto nunca se lo llegué a contar a mi Madre: porque ella siempre me ha dicho que el motivo era el no querer andar, pero el verdadero motivo es el otro.
Me críe en una Isla.La isla más bonita de este mundo, y donde algún día me gustaría volver: Formentera, se llama.Mis Padres trabajaban allí, en la temporada de Verano, y yo, como no, les acompañaba. Gracias a eso fui tomando un color de piel, moreno, y realmente bonito. La gente me decía que yo parecía "un conguito" no se se si por el color o por lo redonda. Recuerdo que allí, en la Isla, iba de mano en mano, todo el mundo quería cogerme, darme mimos, regalos, helados, y todas esas cosas que de niña, te vuelven loca. Iba de mano en mano y eso me encantaba.
Un día a mi Madre le entró el miedo de que me secuestraran. Y ya nunca más fui de mano en mano. Si mi Madre salía por ahí, con mi Padre, y la gente decía de cogerme, mi Madre me agarraba bien fuerte, y ponía cualquier excusa tonta, como por ejemplo: "es que está hecha caca".
Recuerdo que mis Padres, siempre, me han cuidado con sumo cuidado.
Y ahora, con ya 26 años, siempre me he preguntado que tiene que ser para mis Padres verme tan mayor, al haberme tenido entre sus brazos tan pequeña. Tiene que ser una sensación de una enorme fuerza, y una ternura infinita: es como si el fruto, tu fruto, el ser de tu ser, se transformase dando lugar a una mujer guapa, adulta, responsable, llena de amor y poseedora de una vida llena de sueños, ilusiones y sonrisas.
Las Madres, son Madres hasta el último día de sus vidas. Quieren cuidarte hasta cuando ya vives fuera de casa y sabes hacerte tu misma todas las cosas, aún conservan ese instinto maternal: te siguen viendo pequeña.
Cuando aún vivía en casa, me dí cuenta que mi Madre seguía cuidando de mi. Solo que ya no tenia que pedirle que me cogiese en brazos para ver el mundo.
Es lo que tiene crecer que ya puedes buscar tu solo la altura suficiente desde la que ver el mundo. Lo único que a veces, sigues necesitando la ayuda de tus Padres para entender según que cosas.
Hay cosas que nunca te puedes imaginar
Es un amigo de Granada, me llama por teléfono. Me cuenta que su novia y el, (llevaban juntos 10 años) lo han dejado. Me quedo congelada, ¿como?. Que sí, lo que escuchas -me dice- que lo hemos dejado, ¿tienes media hora y te lo cuento?. Le he dicho que sí, y me lo ha contando todo:
"Todo empezó hace 5 meses, que le empecé a notar "rara". Yo seguía siendo el mismo, y exceptuando los domingos que juega el Madrid, los demás días de la semana, y fines de semana inclusive, son para dedicarlos a ella y a mi, a nuestra relación.Como te decía yo la encontraba rara.La conozco desde que teníamos 10 años cada uno, a los 15 empezamos a salir, a los 18 formalizamos nuestra relación: presentación de familias, y todo eso. A los 23 nos fuimos a vivir juntos, y ahora a los 32 nos separamos. Llevamos casi toda una vida juntos ¿como no voy a encontrarla rara?. Algo le pasaba sin duda. Pensé por un momento que todo aquello tenía que ver conmigo: le pregunté: ¿cariño te pasa algo conmigo?, que ya sabes que me lo puedes contar todo, y bla bla.... Pero siempre me respondía lo mismo: "no me pasa nada, de pasarme te lo diría".
Aún así estaba rara, y no me refiero a que no hiciésemos el amor más que dos o tres veces al mes, sino que era su actitud, fuera y dentro de casa. Era un todo: un conjunto de cosas.
Nos habíamos comprado hacía 5 años nuestra propia casa. Ya sabes, la hipoteca, los muebles a crédito, de toda la casa: el frigorífico con tele adherida, para ver el fútbol, las series, o noticias mientras cocinas...... y esos caprichos que te sueles dar desde que te vas a vivir con la mujer de tu vida, y te propone comprar todas esas pijaditas que tanto gustan a las mujeres, y por supuesto a mi, para que nos sintamos lo mejor posible en nuestro nuevo hogar. No, no habíamos pensado en la boda, y la verdad, que estando ella como estaba mejor no comentarle nada de boda.
Sí, también había pensado que me era infiel con otro. De hecho la seguí un par de veces y nada, ella iba del trabajo a casa y de casa al trabajo. Excepto un día que dijo que había quedado con unas amigas, que la seguí y era cierto, había quedado con unas amigas en un bar muy conocido y frecuentado por nosotros mismos, es obvio que allí no me iba a poner los cuernos con nadie.
Me fui rayando poco a poco. Perdí la concentración en el trabajo, casi no comía, adelgacé en 2 meses 15 kilos. La gente casi no me conocía, y es que es verdad: no comía nada y dejé de ir al gimnasio porqué pensé que esos tres días de semana, en los que iba, perdía tiempo de estar con ella, y pensé que mejor me quedaba a su lado por si por fin me decía lo que le pasaba. Pero había silencio y silencio.
Un día estaba cocinando yo, pues no se si recuerdas lo mucho que me gusta cocinar, pues bien. Estaba yo allí, de cocinitas, y vino a la cocina y me soltó un beso en los labios. Pensé: por fin vuelve a ser ella!!! por fin!!. Me venía con un problema, me decía que a sus padres les había pasado algo grave (ella adora a su familia, es muy hogareña y familiar, ya lo sabes) y que necesitaba coger dinero de nuestro fondo común: nuestro fondo común es una cuenta que hay a nombre de los dos, y en dicha cuenta tenemos una cantidad de dinero ahorrada que asciende a: 50.000 euros. Son ahorros a base de trabajar mucho, mucho, pero mucho. He de decir que yo he aportado más de tres cuartas partes de ese dinero, que ella a aportado mucho menos, pero no pasa nada, siempre le he dicho: lo mio es tuyo y lo tuyo es mio, y así cada vez.
Así que nada, ella se puso contenta, porque le dije que si era algo grave y que ella quería ayudar a sus padres, pues que cogiese la parte de dinero que necesitase y que solucionase lo de sus Padres. Que por supuesto no me contó, porque decía que me lo tenía que contar más tranquila, y que estaba nerviosa. Lo acepté, no fuese a ser que me empeñase y se enfadará o algo. Y parecía que la cosa iba mejorando.
Pasaban los días y no me decía nada de nada. Nada de sus Padres,entonces me iba preocupando cada día un poco más, pero no se porqué la veía más alegre, de otra forma.
Habían pasado dos semanas ya. Y era Viernes, recuerdo, cuando me propuse esa misma tarde, al llegar a casa plantar cara y preguntarle seriamente que le ocurría. Llegué a casa ese Viernes, y cual fue mi sorpresa: ella no estaba en casa. Pero es que no estaba ni ella, ni estaba su ropa en nuestro armario, ni su cepillo de dientes, ni sus objetos personales. Se había ido de casa. Cogí, temblando el móvil, la llame, pero nada: "el móvil al que llama está apagado o fuera de cobertura". Pensé, que todo aquello era producto de mi imaginación, pero no lo era. Era todo cierto. Me senté en el sofá, completamente destrozado, pensando en que había pasado, que había hecho yo tan mal, para merecer esto: ninguna explicación: NADA.
Entonces, desde mi tristeza-enfado-dolor, caí en la cuenta: y fui corriendo al ordenador, lo encendí, entré en la web de LA CAIXA, y consulte el saldo de nuestra cuenta común. Y ¿sabes? La tía había dejado 150 euros en la cuenta. Quise morir.
Temblando cogí mi móvil, pues es ahí donde tengo los números de sus familiares. Llame primero a su Madre, y no me cogió el móvil, luego a su Padre, y este si que me lo cogió. Le expliqué un poco el tema, este hombre que siempre me escuchaba, esta vez estaba muy arisco conmigo, muy distante, con voz seca y cortante. Le pregunté que si sabía algo de su hija, que no estaba aquí, sus palabras fueron: "mira, haz el favor de dejar a mi hija en paz sin no quieres que sea yo quien vaya a tu casa y te de una paliza, para que veas lo que es recibir malos tratos: mi hija ya te ha denunciado, pero es que como sigas acosando y no dejándola vivir, iré y seré yo quien me tome la justicia de mi propia mano, entendido?" -y colgó-. Me quedé mudo y no podía hacer otra cosa que intentar aclarar mis ideas y ponerlo todo en orden. Es decir que me había denunciado por maltrato, y yo...yo nunca le he puesto una mano encima. Se ha llevado mis ahorros, y me ha denunciado!!. Lo peor es, que esos ahorros eran de los dos, así que no puedo alegar que eran míos. Es más, ella puede decir ante un juez que son suyos, y la creerían. Me iba hundiendo en mi miseria, cada vez más. Y más, y más. Tengo 32 años y en una tarde he perdido lo que durante toda mi vida he intentado mantener con sumo cariño y amor. Y mírame, estoy aquí totalmente hundido sin saber que hacer.
Quedé tumbado toda esa tarde en el sofá. Dormí ahí, llorando como un niño pequeño al que le han quitado todos sus juguetes, y que no tiene ni Madre ni Padre. A la mañana siguiente, sábado, desperté con el timbre de casa. Di un bote: SERÁ ELLA -será ella que vuelve-.
Como estaba vestido, solo tuve que quitarme la manta de encima, arreglarme un poco el pelo, y abrir la puerta:
No no era ella.
Era una pareja joven, que me dijeron:
Hola -me dijo el chico, tendiendo la mano para estrechar la mía- somos los compradores de su piso, su señora, me dijo que viniéramos hoy a darle el resto de la señal para que nos lo guarden? ¿perdone, está bien?.
Quedé blanco, y casi me desmayo.
Y ahora te cuelgo el teléfono que estoy sacando todas mis cosas de este piso, que tengo que vender a la fuerza, porque estoy en la ruina, sin ahorros, solo no puedo pagar la hipoteca, y ella no sé como, había firmado una especie de papel con esta pareja, ante un notario, cogiéndoles una señal de 5000 euros. Y yo me pregunto si existe la justicia en estos casos.
Venga te dejo, que tengo que recogerlo todo.
Un día estallará una guerra
Llevo días sin escribir nada. Lo sé. Llevo días de mucha faena en el trabajo: días de no parar quieta. Delante del ordenador, escribiendo. Y luego llego a casa, y con unas ganas infinitas de hacer cosas, y ¿sabéis que pasa? que no hago nada. Que me quedo un rato leyendo cosas en Internet. O simplemente, intentando aguantarme a mi misma, con un mal genio, o ponerle el nombre que queráis, pero ni yo me aguanto a mi misma. Sólo escribo mentalmente en el descanso del trabajo: en esos 20 minutos del desayuno y en esa media hora que me sobra de la hora que me dan para comer. Como como los obreros: un un banco, luchando para quitar el papel de aluminio a las cosas o para abrir el taper (o como se le diga) donde llevo la comida.
Como sola. Es que no me apetece comer de otra manera. En mi trabajo, la gente es muy rara. Y solo unos cuantos quedan con otros para comer en bares. Yo no quiero comer en bares, yo quiero comer al aire libre, necesito que me de el aire. Respirar aire, y no humo, y en esos bares hay mucho humo. A veces, la gente, necesita irse con otra gente para sentirse bien. Yo no, yo puedo estar feliz y contenta estando sola, sentada en un parque, comiendo un bocadillo y bebiendo una cocacola, que no me va a entristecer el no tener a nadie al lado.
Un día estallará una guerra en el metro. Cada día, es más la gente, que se pelea por entrar. Se empujan los unos a los otros, se insultan. Hoy 5 personas se han atrincherado en una de las puertas del metro, para que tres personas que querían entrar no pudiesen, una de ellas gritaba: "llegaré tarde al trabajo, dejadme pasar". Y los atrincherados contestaban: haber madrugado más. Y yo, apretujada, como si estuviese metida en una lata de sardinas, intento respirar. Y es que a veces, creo, que no es una lata de sardinas este metro que cada mañana nos lleva a trabajar, sino una "lata de imbéciles", sí, lo siento si tu cada día coges también la línea azul. Lo siento de verás. Incluso yo me incluyo en esa lata, soy imbécil. Imbécil por coger cada mañana, como todo el mundo esa línea de metro y tener que estrujarme con gente que luego me pegan su olor en mis ropas, y me echan sus alientos en mi boca.
En serio, hoy estoy insoportable.
Mañana estaré mejor.
El mirador y las cosas que no se dicen
La llevé a un sitio muy bonito, desde donde se podía ver toda la ciudad con tan solo abrir los ojos y mirar al frente.Ella estaba preciosa, llevaba el pelo suelto, las gafas azules, y la sonrisa en los labios.
La fotografié con mis ojos varias veces; guardé su imagen en mi cabeza, si cierro los ojos la puedo ver aún. Es lo único que recuerdo con suficiente nitidez.
Había pensado en decirle, desde aquel precioso mirador, lo que sentía por ella. Todas las cosas que me había imaginado y quería hacer con ella. Solo con ella. Sentía miedo, miedo al rechazo, miedo a que sus sentimientos no fuesen los mismos que los míos: pero es un riesgo que he de correr. Sea lo que sea habrá merecido la pena -pensaba-.
Ella no decía nada, bueno sí, varias veces dijo que aquellas vistas le parecían una postal preciosa. Que teníamos una ciudad muy bonita, y que nunca se había dado realmente cuenta de ello.
Yo no hablaba. La escuchaba. Escuchaba lo poco que decía. Porque ella también estaba muy callada.
Yo solamente buscaba el momento para ir metiendo poco a poco, frase a frase, mi amor, en palabras y declararme, claro está, a ella. Pero no era una tarea fácil. Declarar tu amor a alguien no es fácil, nunca es fácil, porque si eres algo tímido y nervioso, puedes correr riesgo de que lo que le cuentes pierda todo el encanto.
De cualquier manera, se lo tenía que decir. Es que pensaba en ella cada día. Mi primer pensamiento de la mañana era para ella. Durante el día, en el trabajo, solo escribía su nombre mentalmente. Los días los pasaba haciendo planes: que hacer con ella, donde llevarla, a que película la podía invitar a ver en el cine, y cosas de este tipo.
Y ahora que la tengo al lado. Mirando las luces brillantes de la ciudad, tengo miedo, un miedo terrible de que me diga que no siente ni siquiera un ápice de lo que siento yo. Hay que romper ese miedo, tengo que tirarme a la piscina, tengo que decírselo, y tendrá que ser ya, porque si me dice que sí, que siente lo mismo, o un poco, o yo que sé, tendré que besarle en los labios, y me muero de ganas de hacerlo.
Ella sigue admirando las preciosas vistas. Tiene frío. Le presto mi chaqueta, como en las películas, ella se ríe: "como en las películas, que el chico que intenta ligarse a la chica le presta su chaqueta, para que la chica no pase frío" -dice-. Si es que piensa lo mismo que yo. Estamos inventados para estar juntos el resto de nuestra vida.
Por eso, en ese preciso instante, me decido a decirle lo que siento por ella. Pero hasta para eso estamos compenetrados. Que ella, comienza a hablar a la par que yo. Y por cortesía, le cedo a ella que hable primero.
Ella comienza a hablarme: "hay algo que me gustaría contarte, eres mi amigo, y hace una noche estupenda para contarte un secreto, porque además, el paisaje acompaña". En ese preciso instante comienzo a temblar. Tiene que contarme un secreto. Yo también tengo que contarle un secreto. Ella continua hablando: "verás, estoy enamorada, y eres la primera persona en saberlo...". Ahora quien tiene frío soy yo, ¡está enamorada!. Yo también lo estoy. Los dos estamos enamorados. Supongo que ahora viene cuando, yo le digo: "yo también lo estoy": y nos besamos. Y terminamos juntos el resto de nuestras vidas. Pero no. Ella continua: "...de un chico que estudia conmigo en la facultad, se llama Alejandro, tiene 2 años más que yo, y bueno, estoy perdidamente enamorada de el".
Ahora es uno de esos momentos en los que el mundo debería dejar de existir. Ahora empieza el principio del fin. Ahora es cuando no me importaría hacer caída libre desde el mirador. Estoy tan congelado por dentro, que creo, que no sentiría ni siquiera un poco de dolor al golpearme contra el suelo.
"dime algo.... tu mejor que nadie, me puedes dar un buen consejo". Yo la miro, nunca he visto unos ojos tan enamorados como los suyos. La miro, con mis torpes ojos que llevan toda la noche mirándola, y sin atreverme a decirle lo bonita que está, lo bien que le sienta el pelo suelto. La miro y comienzo a hablar, lo que en toda la noche no he sido capaz: "¿sabes? Deberías de decirle al chico que te gusta lo que sientes por el. Pero deberías decírselo ya, porque mañana puede ser tarde. Ahora. Deberías de decírselo ahora. Deberías de dejarme a mi, aquí, en este mirador, irte, buscarle y decirle lo que sientes por el. No vaya a ser que en este preciso instante, alguien se le esté declarando a el, y le pierdas, por no haberle dicho lo que sientes a tiempo".
Ella me mira extrañada. Hubiese reconocido esa mirada de asombro entre mil, me gusta su cara de sorprendida. ¿Tan raro es lo que digo, para que me mire con esa cara de sorpresa?. Está tan bonita, grabaré su rostro en mi mente, y esta noche, la rescataré en mis sueños, y será mía.
"tienes razón, ¿no te importa que te deje aquí y que vaya a buscarle, se donde está ahora. Los sábados está con los amigos en un Bar cerca de la calle Río. Gracias por todo, y gracias por estas vistas tan bonitas. Hasta pronto." -me da un beso ligero en la mejilla izquierda y se va....-.
Quedo allí, solitario, con mi mano sobre la cara, para rozar ese beso con mis manos heladas. Caigo en la cuenta de que se ha llevado mi chaqueta. De que está enamorada de otro. Y de que soy el ser más desgraciado que pisa la tierra.
Ni el frío, ni el desamor, hacen que me mueva de allí. No se las horas que pasé allí, de pie, mirando a la nada, sin pensar, sin llorar, sin moverme. Helado de frío por fuera, y llorando de amor por dentro.
Escribir para vivir
Llego a casa, y me encuentro sobre mi mesa el libro que tantas ganas tenía de tener en mis manos.
Es ni más ni menos que el primer libro de Daniel De Vicente Martín.
He abierto rápidamente el sobre y he sacado el libro, es un libro precioso y demasiado especial.
Y me he sentido orgullosa de tenerlo entre mis manos, y poder comenzar a leerlo.
Si quieres comprar el tuyo, entra en su blog Escribir es Vivir, ahí tienes las instrucciones para poder comprarlo. Te lo recomiendo. Porque te va a encantar, y porque es su primer libro de los muchos que le queda aún por escribir.
Tiene un precio demasiado asequible. Te tarda tan solo unos días en llegar, y los gastos de envío van incluidos en el precio.
¡No lo dejes escapar!
Dos nuevos blogs
Hace días que quería contaros que ahora, escribo también para el blog comunidad ezcultura, y que para este nuevo año, he inaugurado también un nuevo blog, que podéis ver pinchando aquí.
Sí, más trabajo para mi, de este modo es imposible aburrirse, claro.
Pues nada, que la Navidad se va hoy. Y que ahora solo nos queda disfrutar de los regalos, ir viviendo este nuevo año lo mejor que se pueda: hacer de él un año especial y único.
Comer. Salir. Follar. Cantad. Trabajad, etc...
¡¡Y sobre todo leer blogs, y dejar muchos comentarios!!
¿Y a vosotros? ¿Qué os han traído los Reyes Magos?
Hola,
de pequeña, me quedaba toda la noche del día 5 esperando, despierta, a los Reyes Magos. Siempre me preguntaba porqué tenían mis Padres los juguetes encima del armario: "para entregárselos a los Reyes Magos, y que nos los traigan a casa -pensaba-".
Por la noche escuchaba a mi Madre o Padre levantarse y dejarnos los regalos bajo el árbol. Y creo, que era feliz auto-mintiendome, pensando que "los Reyes, si existían, que mis Padres se levantaban a mear, o a ver como los Reyes dejaban los regalos bajo el árbol".
Cuando somos pequeños, somos tan incrédulos, que aunque tengamos la verdad delante de nuestros ojos, seguimos envueltos en nuestro propio mundo de fantasía.
Y ahora, ya con 26 años, sigo sintiendo aquella sensación infantil, que me hacía irme a la cama temprano para esperar a los Reyes cargados de regalos.
Este año, solo les he pedido una cosa a los Reyes: que el año que viene me vuelvan a traer la misma compañía nocturna, el mismo cuerpo caliente, al que esta noche de día 5 he estado abrazando. Que me la vuelvan a traer a ella, si algún día le da por escaparse de mi lado.
¿Y sabéis? aunque sé que eso no va a suceder, nunca está de más pedir este tipo de cosas.
Feliz día de Reyes y que disfrutéis de vuestros regalos y familiares.
Cambio de vida
A veces, cuando estoy trabajando:
mi cabeza viaja en el tiempo. Viaja a aquellos días, cuando yo estaba tras la barra, haciendo cafés sin parar, sirviendo Cervezas.
Hubo un tiempo en el que estuve realmente enamorada de mi trabajo. Era la época en la que mi Madre y yo trabajábamos juntas. Nos peleábamos muchísimo, pero nos lo pasábamos muy bien. Trabajar en esa Cafetería, servir a aquellos clientes que eran nuestros amigos, fue para mi: aprendizaje. Y os juro que si pudiese volver, un día, solo uno, tras la barra de aquella Cafetería, volvería. Sólo por estar tras la barra, con mi madre, y sirviendo a aquellos "amigos", que tantas veces me han ayudado y apoyado.
Mi calidad de vida, sin duda alguna ha mejorado. Si dejé aquello, es porque no era mi sitio. Porque ese no era mi destino.
Porque, después de dejar la Cafetería, la mayor parte de los acontecimientos fueron malas experiencias, de las que por supuesto se aprende. Pero toqué fondo, pasaba los días en la cama, con los ojos abiertos mirando a la pared:
No quería comer. No quería ver a nadie. No quería luchar por nada. No escribía, y eso fue lo que me hizo pensar que mi final estaba cerca. Ya me imaginaba a todo el mundo, en mi entierro, llorando por mi, cuando tenían que haber llorado por mi cuando aún estaba viva y quedaba alguna esperanza.
Supe que en algún momento tendría que volver a ser YO. A revivir.
Y sí, un día, y no sabes exactamente en que momento, ni porqué. Sales a la calle: y te pones a perseguir a chicas desconocidas que te gustan:
Es entonces, cuando llegas a tu casa, que te das cuenta de que tienes que cambiar. De que no puede ser que esta vida te esté tocando a ti. Que tiene que existir algo bueno para ti, una vida, donde puedas salir con la chica que te gusta, donde sentirte querida y deseada, donde poder ir al cine, a cenar fuera de casa, escribir de amor y cosas que hagan reír.
Así fue como un buen día dejé la soledad de la cama. Dejé atrás unos años en los que solo hice que perder dinero y hacer daño a una persona que sé que me quería. Dejé aquello y me propuse algo: mi vida tiene que cambiar.
Y cambió. Ha cambiado. Hoy me puedo sentir orgullosa. Porque todo aquel sufrimiento. Aquellos días de soledad infinita, ya no solo hablo de la soledad física.
Lo bueno de estas cosas es el aprendizaje que recibes. Aprendes a corregir errores que pensabas eran aciertos.
Creo que es lo único bueno que se le saca a las malas experiencias: lo que te enseñan y te aportan a tu vida como persona a cualquier nivel.
La verdadera historia de mi tío
Mi tío, de pequeño, cuando tenía 6 años, se situaba delante del televisor y decía en voz alta: "yo, cuando sea mayor no voy a trabajar, yo voy a ser cantante". Y se ponía a cantar, lo hacía fatal, yo eso no lo vi, pero me lo contó con mi abuela con todos los detalles.
Cuando cumplió los 18 años dijo: "yo no quiero estudiar, pero tampoco quiero trabajar, me va a tocar la lotería...". Estuvo en casa hasta los 25 años esperando a que le tocase la lotería.
Nunca fue cantante. Nunca le tocó la lotería. A los 26 se echó a la bebida. Bebía cuando salía con los amigos. Mi abuela compró una moto, una Honda, de esas grandes. Lo único que hacía era venir a recogerme a mi al colegio. Mi Madre temblaba cada vez que yo me subía en esa moto, con mi tío bebido. Pero yo ajena a todo era feliz.
A los 28 años empezó a trabajar como camarero. Pero de todos los trabajos que encontraba de camarero se terminaba yendo, abandonando el puesto, porque decía que el jefe y clientes les miraban mal.
Mi abuela lo mantenía. Le pagaba el tabaco. Le pagaba el alcohol. Y todo lo que el niño necesitase.
A los 29 se enamoró, o eso parecía. Seguía sin trabajar, pero eso no le detuvo: le hizo un hijo a la que más tardé se convirtió en mi tía.
Se casaron: mi abuela les pagó la boda. Una boda muy bonita. El terminó borracho y no hubo noche de bodas. Luego se independizó, se fue a vivir con su mujer, y su hija. Para seguir sin trabajo y hacerle dos hijos más a mi tía.
Mi abuela les mantenía todo ese tiempo. A el, a ella y a los niños.
A mi abuela le tocó la lotería: 2 millones de pesetas, que por ese entonces era bastante dinero.
Todo ese dinero fue invertido en mi tío.
El cumplía años y seguía sin trabajar.
Mi abuela enfermó. Un cáncer. Le dieron meses de vida. Pero mientras se estaba muriendo, seguía cuidando de su hijo y la familia de su hijo.
Mi abuela no podía verles con ninguna falta, por eso lo tenían todo. Todo lo que quizá otras familias trabajadoras no tienen.
Mi abuela enfermaba más y más con el paso del tiempo.
Hasta el día que murió.
Mi tío calló en una depresión muy grande. Su mujer lo dejó.
Una Navidad, llamó a casa por teléfono , estábamos toda la familia reunida: "estoy metido en mi coche, me voy a suicidar ahora mismo, me voy a rajar con el cuchillo que tengo en la mano, me despido de vosotros". Era día 24 de diciembre, habíamos cenado. Esa noche todos vomitamos, todos lloramos. Mi familia fue en su busca. Lo trajeron a casa, estaba muy mal.
Mi tío se quería quedar en casa de mi Madre, quería que le cuidasen. Pero al final, eso no pudo ser.
Mi tío se fue lejos. A trabajar a las Islas, o eso dijo. Allí bebió hasta desfallecer. Conoció a una chica, con un nombre muy bonito, el cual no recuerdo. Esta chica me llamaba, me llamaba cada semana, a mi, para decirme que estaba muy enamorada de mi tío, pero que el bebía mucho e incluso a veces le había puesto la mano encima.
Trabajan juntos, en un Restaurante famoso, en la Isla. Su novia, me contaba por teléfono que lo habían echado tres veces ya del trabajo por que bebía mucho y contestaba muy mal a los jefes y compañeros, inclusive, a ella. Y que ella, había dado la cara por el muchas veces, salvándole del despido.
Las llamadas se terminaron, no se como, ella se pudo librar de el. Y digo librar, porque de haberse quedado a su lado hubiese sido una desgraciada, y esa mujer no merecía lo que mi tío le estaba dando, merecía más.
Mi tío llamaba de vez en cuando, cuando se acordaba. En una de sus llamadas, nos dijo que tenía una enfermedad muy grave, una cirrosis muy fuerte. Que tenía el hígado, echado a perder, que le tenían que operar y que no sabía si saldría vivo.
Salió de la operación. Porque su última llamada así lo confirmó.
Pero desde hace 3 años no se sabe nada de el.
Mi familia no se preocupa, o al menos no delante de mi. Yo cada año me acuerdo de él, de los buenos ratos que pasé con el jugando a la consola, de lo mucho que me quería. De los paseos en moto.
Mi madre piensa que él fue el que consiguió que mi abuela muriese tan pronto, por tantos problemas que le causaba, por tantas preocupaciones, por eso, no se preocupa tanto por el.
Y a mi eso siempre me ha dolido. Yo me angustiaría si tuviese un hermano en una Isla, con un grave problema, y no se si está vivo o muerto. Creo que cada uno de los días de mi vida, me pesarían.
A veces he hablado esto con mi madre. Siempre me responde con silencio.
Hay cosas que nunca comprenderé. Y es que no se siquiera, si quiero comprender.
El peor concierto de mi vida
El primer y último concierto de Antonio Vega fue en Granada. El día que mi hermana, se clavó la alcantarilla en el chocho. Sí, ese día, yo casi no llego a ese concierto, con B. No hubiese pasado nada de no haber llegado al concierto, no me hubiese perdido ni más ni menos que un Antonio Vega cabizbajo, creo que bebido o drogado. No miró a su público, ni para saludar, ni para despedirse.
Creo, que en el suelo debía haber algo que le gustaba demasiado porque no quitó ojo del suelo.
Me quedé con las ganas de escuchar su último trabajo en directo: alguna canción de ese CD, que tanto tiempo había estado escuchando. Pero nada, creo que solamente cantó una canción de ese CD.
Además no se le escuchaba lo que decía, era como si hablase en otro idioma, RUSO, o algo así.
Fue patético. Y peor aún haber gastado casi 70 euros. Haberle dado 70 euros a un tipo que ni se le entiende, ni saluda, ni canta las canciones que yo quería escuchar. Y encima, no era el Antonio Vega, que yo esperaba, no era este, el que a mi me hubiese gustado ver:
Aun así, veo a Antonio Vega demasiado consumido. Que si, que ya tiene 50 años largos. Pero conozco gente que con 60 años, están en mejores condiciones que el.
Una pena. Es un gran artista, con grandes temas, buena música: canciones que escalofrían.
Bueno, no importa. Cuando llegué del concierto me puse el CD de Antonio Vega en mi habitación y con eso me conformé.
Y es que hubiese preferido pagar esos 70 euros por ver a Zahara. Esta chica, que en serio, no comprendo porqué no apuesta alguna discográfica, por ella. Porque no puede ser que esta canción solamente me ponga los pelos de punta a mi:
Hoy no.......
La he cambiado por otra
Hace días que pensaba cambiar a mi novia por otra . Pues al final, la he cambiado.
Con el dinero que me han dado por ella, me compraré la otra, mañana intentaré buscarla.
Tengo muchas ganas de tenerla entre mis manos. Intuyo mañanas, tardes y noches de entretenimiento.
Atrás quedaran los días entrando aquí para ver si hay juegos nuevos o no. Y casi siempre solía ser que no.
Ya contaré que tal.
PROHIBIDO LEER LO QUE BIEN A CONTINUACIÓN:
Mañana, es día 2: se trabaja (quien tenga vacaciones no, claro....). Adiós a los días de fiesta. Adiós a levantarse un día de entre semana a las 11 de la mañana. Adiós. Adiós.
Ustedes no lo saben, pero yo no quería recordar eso, yo quería decir otra cosa, pero ya no me acuerdo que era.
Bona nit (como dicen por aquí)
Reencuentro
Nos encontramos. Por Internet.Te alegras de verme, me alegro de verte. Me preguntas que como estoy, te pregunto lo mismo. Yo estoy bien, tu estás mal.
Mi novia me dejó hace unos días, después de 300 peleas y 299 reconciliaciones. Me ha dejado -me dices.-
Desde aquí, en la lejanía intento hacerle llegar un abrazo, un abrazo tierno y grande: todo mi apoyo. Te lo doy. Me dices que te ha llegado. Me alegro.
Pasamos un rato hablando por el msn. Tu me cuentas todo lo que has hecho durante tus últimos 5 años. Y yo te cuento lo que he hecho durante todo este tiempo.
Tu y yo nos conocimos, hará algo así como 7 años ya. Nunca tonteamos. Nunca nos dimos un beso.
Si nos emborrachamos. Si nos escapamos alguna noche a la playa, a escuchar el mar, contar estrellas...
Si nos reímos. Lloramos. Fui tu hombro a veces, y tu fuiste el mio otras. Cuando empecé a salir con aquella chica que decías era demasiado mayor y estaba demasiado lejos para mi, tu empezaste a salir con la mujer, que hace poco te dejó.
Luego nos distanciamos. Yo me fui a vivir lejos de Granada.
Muchas vueltas nos dio la vida. Y yo terminé volviendo a Granada, pero nuestras citas y risas ya nunca volvieron. La vida nos había distanciado demasiado.
Ahora, apareces de nuevo. Me dices que tu novia te ha dejado. Que estás mal. Hablamos. Te interesas por mi vida: te digo que tengo novia, que vivo en Barcelona, que me gusta el trabajo que tengo ahora, que L no fue la única mujer en mi vida.
Y parece que te enfades conmigo, me dices que porqué. Y yo te pregunto ¿porqué que?. Y me dices que nunca pasó nada entre nosotras pero que te hubiese encantado. Que tu, de quien realmente estabas enamorada era de mi y no de ella.Pero que nunca te atreviste a decirme nada, porque no querías romper la amistad tan bonita que teníamos y porque tus 21 y mis 19 años, nos hacían ser mas cobardes.
Te digo que estás rota. Que ahora es normal que lo veas todo tan oscuro. Que es normal que te acuerdes de aquellos días tan bonitos que pasamos juntas, que lo entiendo, pero que no te agarres a mi como algo más que una amiga. Que estamos muy lejos, pero que si nos viésemos, no me dirías estas cosas cara a cara.
Me reta, me dice: "si voy a Barcelona mañana mismo ¿qué?, le pondrías a tu novia los cuernos conmigo?. ¿Pero cuanto tiempo llevas con ella? ¿Pero es serio? ¿Pero porque no me buscaste a mi en todo este tiempo?.
Me dices eso y yo me rayo. Y pienso que deliro. Te digo que tu y yo nunca tuvimos nada, que lo único que nos unía era una fantástica amistad.
Lloras. Me dices que estás llorando. Y me deshago por dentro. Me partes. Odio saber que lloras. Pero yo no puedo curar tus heridas. No puedo darte lo que pides, que no es ni más ni menos; cariño, amor, ternura, sinceridad, y risas. No te lo puedo dar.
Eras la única persona que tenía los mismos sueños que yo -me dices-. Tu querías casarte y yo también. Y ahora te casarás con otra. Siempre llego tarde a coger mi tren.
Te intento tranquilizar. Esto es un estado de ánimo que pronto se te pasará. Mañana ya no pensarás lo que hoy piensas.Se te pasará, todo esto se te pasará. No soy la misma que recuerdas. Soy peor.
Mañana habrás cambiado de opinión.
O al menos, eso espero