Ese día caminaba sola: me gustaba perderme por las calles empedradas de Granada. Cuando estoy triste me gusta ir a la calle y mezclarme con la gente, que es sorprendente, porque en Granada la gente se detiene a mirarte a los ojos y aquí en Barcelona no.
Estaba muy triste, y esa tarde me fui de casa para que mi familia no me preguntase por qué lloraba a solas en mi habitación, que como no tenía puerta, no podía cerrarla y llorar tranquila. Me fui a la calle, a pasear por "El paseo del Salón" en dirección "Fuente de las Batallas",estaba anocheciendo. Estaba demasiado sola y demasiado triste. Y mientras caminaba hacia la fuente de las batallas, por la Carrera del Genil, comencé a llorar: sólo yo sabía el por qué.
Me senté en un banco y fue en ese preciso instante cuando escuché esa voz. Esa voz que parecía calmar mi tristeza. Levanté la cabeza, y allí estaba: con su guitarra, y su voz. La gente que pasaba (poca, entre semana, y a esas horas de la noche), le miraban, pero nadie se paraba a escucharle detenidamente.
Ésta era la canción que él cantaba mientras me acerqué despacio y me senté en el suelo, con miedo de hacer el más mínimo ruido:
Y allí sentada escuché esa canción terminar, que desde aquel momento supe que aquella voz, y aquella canción, se convertirían en un recuerdo que en cualquier momento podría hacerme llorar de nuevo.
Cuando terminó de cantar la canción, él hombre quedó en silencio. Yo aplaudí. Y también alguna gente, que sin darme cuenta, se habían quedado de pie, detrás mía. Me levanté y me acerqué al hombre.
- Hola, me ha emocionado mucho la canción, ¿cómo se titula? -le pregunté, intuyendo el título-.
-Gracias (sonrisa). Se llama Fugaz. ¿De verdad te ha gustado? -me respondió con ese tono de voz que te envuelve en calma-.
-Mucho, me ha gustado mucho, ¿cómo te llamas?.
-Juan, Juan Ruggieri, difícil de pronunciar (me decía sonriendo), me puedes llamar Juan.
Y así fue como supe su nombre. Así fue como le conocí. Me quedé un rato más allí, escuche dos canciones más, y me encantó. Sabía que no encontraría a este canta-autor medio desconocido por Internet, así que me acerqué de nuevo y le pregunté si había alguna manera de hacerme con sus canciones. Juan metió la mano en su mochila y sacó un Cd, que de lo cutre que era me encantó. Y digo cutre porque la portada estaba dibujada a mano, en un papel arrugado, y el cd era el típico que puedes comprar en el top manta. Le pregunté a Juan por qué no ponía los Cd's a la vista, para que la gente pudiese comprarlos. Y me respondió que el Cd estaba grabado con muy mala calidad, y que la caja era poco estética. Yo le dije que ese era el encanto, y que no me iba a ir sin llevarme uno de esos Cds. Le pregunté cuanto costaba, y me dijo que pensaba venderlos por 5 Euros. Le 10 euros y me lo llevé.
Recuerdo que se lo hice escuchar a alguien, que me confesó que no hacía mucho tiempo había visto a este hombre cantar en la calle, y que esa canción también se le clavó por dentro.
Esa persona y yo fuimos al día siguiente a buscar a Juan, al mismo sitio donde yo le encontré. Pero ya no estaba allí.
Aquel encuentro había sido tan fugaz, como su canción. Y hoy me he acordado de él y de ella.
Estaba muy triste, y esa tarde me fui de casa para que mi familia no me preguntase por qué lloraba a solas en mi habitación, que como no tenía puerta, no podía cerrarla y llorar tranquila. Me fui a la calle, a pasear por "El paseo del Salón" en dirección "Fuente de las Batallas",estaba anocheciendo. Estaba demasiado sola y demasiado triste. Y mientras caminaba hacia la fuente de las batallas, por la Carrera del Genil, comencé a llorar: sólo yo sabía el por qué.
Me senté en un banco y fue en ese preciso instante cuando escuché esa voz. Esa voz que parecía calmar mi tristeza. Levanté la cabeza, y allí estaba: con su guitarra, y su voz. La gente que pasaba (poca, entre semana, y a esas horas de la noche), le miraban, pero nadie se paraba a escucharle detenidamente.
Ésta era la canción que él cantaba mientras me acerqué despacio y me senté en el suelo, con miedo de hacer el más mínimo ruido:
Y allí sentada escuché esa canción terminar, que desde aquel momento supe que aquella voz, y aquella canción, se convertirían en un recuerdo que en cualquier momento podría hacerme llorar de nuevo.
Cuando terminó de cantar la canción, él hombre quedó en silencio. Yo aplaudí. Y también alguna gente, que sin darme cuenta, se habían quedado de pie, detrás mía. Me levanté y me acerqué al hombre.
- Hola, me ha emocionado mucho la canción, ¿cómo se titula? -le pregunté, intuyendo el título-.
-Gracias (sonrisa). Se llama Fugaz. ¿De verdad te ha gustado? -me respondió con ese tono de voz que te envuelve en calma-.
-Mucho, me ha gustado mucho, ¿cómo te llamas?.
-Juan, Juan Ruggieri, difícil de pronunciar (me decía sonriendo), me puedes llamar Juan.
Y así fue como supe su nombre. Así fue como le conocí. Me quedé un rato más allí, escuche dos canciones más, y me encantó. Sabía que no encontraría a este canta-autor medio desconocido por Internet, así que me acerqué de nuevo y le pregunté si había alguna manera de hacerme con sus canciones. Juan metió la mano en su mochila y sacó un Cd, que de lo cutre que era me encantó. Y digo cutre porque la portada estaba dibujada a mano, en un papel arrugado, y el cd era el típico que puedes comprar en el top manta. Le pregunté a Juan por qué no ponía los Cd's a la vista, para que la gente pudiese comprarlos. Y me respondió que el Cd estaba grabado con muy mala calidad, y que la caja era poco estética. Yo le dije que ese era el encanto, y que no me iba a ir sin llevarme uno de esos Cds. Le pregunté cuanto costaba, y me dijo que pensaba venderlos por 5 Euros. Le 10 euros y me lo llevé.
Recuerdo que se lo hice escuchar a alguien, que me confesó que no hacía mucho tiempo había visto a este hombre cantar en la calle, y que esa canción también se le clavó por dentro.
Esa persona y yo fuimos al día siguiente a buscar a Juan, al mismo sitio donde yo le encontré. Pero ya no estaba allí.
Aquel encuentro había sido tan fugaz, como su canción. Y hoy me he acordado de él y de ella.
3 comentarios:
Me encanta leerte.
Siempre me hacen sentir bien tus palabras. Esté alegre o triste, releyendo tu blog siempre encuentro algo que me reconforta, y descubro las palabras que necesito escuchar (leer en nuestro caso).
Hoy me has levantado un poco el animo y te doy las gracias.
Me alegro de corazón de que todo te vaya genial y aunque no te conozca quiero que sepas que tus relatos forman parte de mi vida porque muchas veces me veo reflejada en ellos. Gracias.
No cambies, sigue (e)igual
angelika: Primero, darte las gracias por comentar,porque me ahora sé que alguien como tu me lee, y que mis relatos, mis historias, lo que sea que escriba, le ayuda y reconforta a alguien. O al menos le aporta algo. No voy a cambiar, me gusta ser como soy. Muchas gracias.
Uhmmm.. me gusta la historia, parece sacada de alguna novela o un cuento... algo tiene de mágica.
Estoy escuchando la canción, a pesar de no ser heavy, jeje, y me gusta, tiene una melodía bonita, y una letra también bonita.
Al principio, para qué negarlo me ha recordado un poco a Mägo... pero me está gustando...
Besos (sigo leyéndote, a ver si puedo leerlo todo, sino el viernes noche creo que podré...)
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