Adiós Blogger

Vengo a despedirme, de Blogger, de vosotros no.

Me mudo a mi propia página www.escriboaqui.es . Espero que todas las personas que me tienen enlazadas con este blog, cambien el enlace por el nuevo.
Y espero que también vengáis conmigo, a mi nuevo blog. Donde seguiré escribiendo como hasta ahora he hecho aquí.

Gracias a todos. Y gracias por seguirme una vez más.


¿Dónde está eigual?

Sí, eso ¿dónde estoy?:

Pues estoy trabajando. Trabajando en mi nuevo blog, en la que será mi nueva página, que espero que dentro de unos días esté lista, y poder escribir aquí el link, y compartirlo con todos vosotros.
Me muerdo la lengua, las uñas, y rozo la desesperación por no poder escribir, por no poder escribir todas las historias y todas las cosas que quiero escribir, ya que todo mi tiempo se lo está llevando el blog que estoy diseñando (es difícil esto del diseño ¿eh?, no me acordaba).
Calculo unos 3 o 4 días para tenerlo listo.
He de deciros que me ha hecho mucha ilusión esto de comprar mi propio dominio. Por fin tener un nombre en este espacio, un lugar más asentado. Y bueno, un diseño, como Dios manda. Y elegido y diseñado por mi, pues en el blog una se tiene que sentir a gusto ya que se van a pasar muchas horas en el.

Así que nada. Me despido hasta mi próximo post, que será de despedida a este blog de blogger, que tanto bién me ha hecho y que me ha dejado que comparta con vosotros, léctores, tantas historias, tantas palabras.
Pero aunque mi próximo post sea de despedida, en realidad es de bienvenida, es para dar paso a una nueva etapa que comenzará ya mismo. En breve. En unos días.

Solo puedo decir una cosa,

gracias, gracias y gracias.

Volver a verte

Dimos una vuelta por el pequeño bosque que había cerca de tu casa de madera.
¿Estás cansada? -te pregunté-. Podría estarlo -respondiste- pero no, ya estoy acostumbrada a caminar sobre la tierra y las piedras.
Te hablé de lo delgada que te veía, de lo bien que te quedaban las gafas de pasta azules, y de aquellos viejos amigos que ya son viejos y no son nuestros amigos. Te reías y podría haberme colado dentro de aquella risa que cosía con pequeñas carcajadas aquella vieja herida que dejaste abierta una vez, pero esa vez ya estaba olvidada.
Tu Padre, ¿sigue pintando? y contando historias de la guerra -te pregunté bajito-.
Mi Padre, sí, sigue pintando, y sigue con las historias que te contaba mientras tu casi quedabas dormida -me respondes sin quitar la vista del camino de tierra y piedras-.
Yo no me dormía. Recuerdo todas las historias, ¿te las cuento? -te respondo, sin dejar de mirarte a los ojos-.
Sonríes. No, gracias -vuelves a sonreír-. Bastante tengo con mi Padre -terminas diciendo, entre risas y miradas-. Sí, tu mirada. Aquella mirada. Cómo olvidar aquella mirada llena de incertidumbres. Recuerdo que la última vez que nos miramos así tu me dijiste que querías estar sola, que no querías volver a tenerme cerca. Y aquella mirada contradecía tus palabras. Te repetía una y otra vez, que me echarías de menos, que lo pasarías mal, y por no ser egoísta no te dije que quién más te echaría de menos sería yo. Y me callé.
Te doy una caja de cartón de colores, y dentro están todas las cartas que te escribí y nunca te hice llegar. ¿Por qué te viniste a vivir tan lejos? -te pregunto temblando-.
Y tu quedas callada. Me imagino que por la enfermedad de tu Padre los médicos te dijeron que el aire puro le haría mucho bien. Pero ¿y a ti, te haría algún bien a ti este aire tan puro, esta soledad?. Me respondes que no.
Nos hemos detenido, en el camino. Has dejado la caja sobre una piedra y te has sentado cogiendo mi mano fuertemente y sin soltarla un instante.
¿Cuándo vas a asimilar su muerte?. Tienes que aceptarlo, por favor. Ella ha muerto. Murió aquel día. Yo también la imagino rondando por aquí, y aún huelo las galletas de almendra que cocinaba y llenaban de olor toda la casa. Pero tienes que pasar página. Ella no está. Nos dejó, por desgracia, hace 5 años. Y tú, niña, vuelves cada año a encontrarte con ella en esta vieja casa de madera, pero nunca la encontrarás. Porque desgraciadamente ella está muerta.
Hija, recoge esta caja llena de cartas. Ella no puede leer esto. Y además, nunca.
No vuelvas nunca más aquí. Ella no está, tienes que asimilarlo - me golpea en las sienes con los dedos-. Tienes que entenderlo: tienes que enterrar ese dolor. No creas que como Padre que fui no la echo de menos. La busco tras los árboles, y cuando anochece parece que la escuche pedir auxilio en el bosque. Pero son imaginaciones mías. Al igual que tus imaginaciones son tuyas.

Coge ese tren y no vuelvas. Mi hija ha muerto y tú cada vez que vienes en su busca te mueres un poco y me matas a mi otro poco.


Adiós Granada

Granada. No os imaginais lo bonita que está Granada. Pero hoy la vuelvo a dejar atrás. Y regreso a mi hogar. Mi hogar no está aquí. No encuentro mi hogar en ninguno de los rincones de esta preciosa ciudad: una ciudad que me ha visto crecer, enamorarme, derrumbarme por primera vez, y también levantarme, y curar mis heridas. Sin embargo no me siento en casa. Quedo con una amiga, con Ana, y le digo que me muero de ganas de regresar a Barcelona, que aún estas calles están llenas de desolación y recuerdos. Que aún si camino por las calles puedo verme subida dentro de aquel Seat azul, y que me sigue dando vértigo encontrarme el pasado y la verdad en la calle.

Escribo este post desde la que hace tiempo, bastante tiempo, fue mi habitación, en el ordenador de mi hermana. Que lejos quedó todo aquello. Pensaba que me estremecería al pisar la terraza, aquella de la que una vez os hablé, y sin embargo, no he tenido ganas ni de asomarme y mirar las vistas, que una vez me cautivarón, y que tantas veces, en la lejanía he deseado tener. Sin embargo, una vez aquí todo cambía. Ahora solo quiero coger un avión e irme. Quiero que sea Lunes, quiero volver a madrugar para ir a mi trabajo, quiero volver a casa y encontrarme con el tazón de cereales, contigo. Quiero coger ese avión, malditasea, estar a tu lado y cogerme fuerte de tu mano. Y una vez que me haya ido, quiero regresar a Granada, pero quiero regresar contigo. Y darte un beso en cada esquina. Inventar contigo nuevos recuerdos, de esta ciudad, que aún guarda tanta agonia y tanta tristeza. Sin embargo, me lo he pasado bién.

Y ahora, que escucho el sonido de las espadas de mi hermano.
Y ahora, que llega hasta aquí el olor a colonia de coco de mi hermana.
Y que escucho los platos y vasos chillando en la cocina (mi madre fregando).

Ahora, se que tan sólo me queda una hora y media para alejarme de aquí. Para perder este olor, el de ahora, para perder este momento, este preciso momento en que escribo esto en el mismo lugar: exacto lugar, donde una vez descubrí que Internet revolucionaría mi vida.
Ahora, entre tanto ruído y tantas cosas me despido de una Granada extraña pero bonita.
Y regresaré. Siempre lo haré. Pero espero, la próxima vez hacerlo cogida de tu mano.
Me da miedo volar, me dan miedo los aviones.
Y decir adiós, aunque mi hogar esté en otro lugar, también. También me da miedo eso.

Adiós familia. Adiós amigos. Adiós Granada.


La ciudad enamorada


Calle empedrada - Granada


Camino por la casa. Los gatos están escondidos, no los veo. Escucho ese tipo de silencio que es capaz de dejarte sordo. Ese silencio que se instala en tus oídos y no se va. Camino arrastrando los pies. Nunca había experimentado esta soledad tan extraña, agradable y a la vez melancólica. Mastico una ausencia por el pasillo, me miro en el espejo y con el rosto serio me digo a mi misma: "aún no te has ido". Quiero encontrar las preguntas a mis respuestas. Siento miedo al irme de esta ciudad. A que me secuestren en la otra y no me dejen volver a esta otra vida que he encontrado y en la que tan feliz soy. Tengo miedo de irme,y sin embargo fui yo quien compré ese billete de avión con fecha de hoy.

Mascullo algo, que no logro a entender ni yo. Sin embargo tengo ganas de pasear por aquella ciudad. Sentirme libre de culpas, libre de malos recuerdos, libre de malas compañías. Ahora parece que sonrío, y tengo que ir a mirarme al espejo del baño, para ver si es verdad.
Al entrar en la habitación tengo miedo de dejarte aquí, tan rodeada de mi, tan acompañada y tan sola. Quiero llevarte conmigo. Y no lo voy a hacer. Porque no puedo.
Iré a los sitios que me dolían tanto. Miraré aquellas calles, que una vez fueron testigos de tanto dolor, tanta pena y tanta infelicidad. Y no me dolerá. No me dolerá ver aquellas calles empedradas. No sentiré aquel dolor punzante en el estómago, ni aquellos nervios. Ni perderé el Bus de vuelta a casa.

Me voy a la ciudad enamorada, como yo la llamo.

Camino por el pasillo, arrastrando los pies. Me dejo caer al suelo: quedo sentada echándote de menos y eso que aún no me he ido y te veré en dos horas.
Un olor inunda la casa. No sé que es. Me levanto, voy a la cocina.
El bizcocho se ha carbonizado.

Hasta pronto.

Cumpleaños feliz

Hoy es tu cumpleaños. Te he llamado. No me he olvidado, como hice aquel año: nunca se me iba de la cabeza el 31 de Agosto, sin embargo, aquel terrible año en que por fin había conseguido sacarte de mi cabeza, se me olvidó tu cumpleaños. Te dije que lo sentía: no quería sacarte de mi cabeza al 100%. Pero sin querer, te saqué. Ya ves. Recuerdo que antes, para nuestros respectivos cumpleaños nos enviábamos una caja llena de regalos, cosas hechas por nosotras: dibujos, fotos, algún anillo o pulsera, cosas así. Recuerdo que me gustaba esa forma que tenías de conseguir, con aquella caja llena de sorpresas, alegrarme el cumpleaños. Pero dejamos de enviarnos aquellas caja. Porque poco a poco, de ser la mujer de mi vida, pasaste a ser la mujer con la que menos contacto iba a tener el resto de mi vida. Hace años que no nos vemos, y no pasa nada. Sé que estás bien, por lo poco que me cuentas. Tu no lees mi blog, por eso escribo esto aquí. De no ser así, quizá, quedaría callada. Te he comprado algo, nada, una tontería. Y mientras hablábamos, como hablan las personas que se llaman por compromiso ( y eso que yo no te he llamado por compromiso, pero la conversación ha transcurrido como si lo fuera), te he pedido que me mandes un mensaje al móvil con la dirección de tu casa, para enviarte "eso" que te he comprado. Esta mañana me has dicho que me envíarias el mensaje con tu dirección: aún lo estoy esperando. Y no se si llegará.

Hay que ver de que forma nos hemos separado. Tú, que me enseñaste tantas cosas buenas. Tú, que fuiste todo, y ahora con esta lejanía no eres nada. Tú, que me ayudaste tanto, y me enseñaste el valor de muchas cosas, y que un día sin más, me dijiste adiós de aquella manera. Y hoy tengo la osadía de hablar de ti aquí. Porque aquí suelo hablar de cosas importantes. Y tú, tú... a pesar de esta manía tuya de alejarte, eres importante. Por eso te escribo. Por eso, te digo, hoy, que aunque la tontería que te he comprado nunca te llegue, siempre podré acumularlas con las otras cosas que nunca te envié y que aún siguen por aquí, en algun cajón.

Feliz cumpleaños.

Viernes, vacaciones y cocina

Los viernes, en el trabajo, se respira un aire diferente. Ves a la gente más sonriente y con más ganas de trabajar. Sin embargo, mi jefa, los Viernes es cuando más nerviosa está.
Y hoy todo era diferente. Los rostros hablaban (de felicidad, de tiempo libre, de planes), no hacía falta decir nada. Durante el mes de agosto, los viernes hemos salido antes de trabajar, y mientras, casi todos mis compañeros se quejan y dicen que en vez de salir a las tres podíamos salir a las 2. A más de uno me gustaría a mi verles trabajando 15 horas sin parar, quemando sus manos con lejía, por tener que estrujar una bayeta para limpiar las marcas que dejan los vasos en la barra de metal. A más de uno, sí, a mas de uno -murmuro-.
Me gustaría verles preguntándose porque el jefe usa tanta lejía para aclarar el trapo. Me gustaría verles las heridas más tarde, y aquel olor... aquel olor a lejía en la piel que parece no querer irse.

Pero ahí están. Quejándose de esto, de lo otro. Ahora, yo estoy encantada, ¿esto es trabajar?. Perdona, no. Trabajar era cargar las cajas de coca cola, del sótano oscuro. Es empujar aquel carro con cinco cajas de coca cola, por una rampa de 20 metros, que parecía no terminar nunca. Y aquel dolor de espalda. Los callos en las palmas de las manos. Aquella sensación de desidia y resignación. Aquello, compañeros, aquello era trabajar, no lo que hacemos nosotros. Esto, para mi: estar sentada frente al ordenador haciendo lo que hago, es un pequeño juego que me aporta sabiduría y bienestar. Me lo paso bien, me entretengo. Nadie me molesta, me tratan bien. No me duele la espalda, ni me salen callos en las manos, ni huelo a lejía. Trabajo 5 días a la semana, quitando los días de fiesta y las vacaciones. ¿Qué queréis que os diga?. He tenido mucha suerte. Y me alegro de haber vivido aquellos días, en aquellos bares, todas aquellas cosas. Claro que sí. Todo aquello que viví y que vi, me sirve hoy para apreciar mucho más este trabajo. Para no quejarme tontamente y sin motivos.

Y me ves a mi, con un cosquilleo extraño en el estómago. Porque además de ser viernes, comienzan hoy mis vacaciones: me espera una semana de descanso y días en Granada. Descanso, que risa, como si me cansase el estar sentada cada día frente al ordenador, como digo, haciendo un trabajo que me gusta y entretiene. Pero bueno. Vive y disfruta el momento -me repito cada día-. No se lo que va a durar. Por eso utilizo mi tiempo libre para escribir, jugar a lo que me guste, leer, salir, hacer manualidades....

Hoy por ejemplo, hemos hecho cocinitas: croquetas caseras y un pastel de queso. He aquí, la prueba:


eigual

Empecé a escribir este blog en una época bastante importante de mi vida. Aquí he escrito poemas y relatos. De la única forma que se. Hace poco me mude a www.escriboaqui.es con las mimas ganas de escribir que nunca. Con nuevos proyectos y sueños. Disfruta de todas las palabras que se quedaron aquí.