Aquellos días lo que más deseaba era perderme en alguna playa desierta, donde sentarme frente al mar, y escribir en una libreta todo lo que por aquel entonces no necesitaba contarle a nadie, pero si tenía que dejarlo escrito, en alguna parte. Gente de mi edad (por aquel entonces gente de unos 20 o 21 años) hacían planes: discoteca o beber litros de cerveza frente al Hipercor. Conmigo esos planes no encajaban ni encajaron nunca. Una compañera de clase me preguntó: ¿tu por donde sales?. Yo no salgo por las noches, yo por las noches escribo y de madrugada escucho la radio, un programa que me gusta bastante -le respondí-. Ella se echó a reír. Y yo quedé indiferente. Nadie, en aquellos días de instituto entendió mi afán por escribir. Muchas y muchos compañeros, en clase, mientras el profesor explicaba como se hacían los asientos contables, miraban como yo, escondía bajo los apuntes de contabilidad un montón de poemas que iba escribiendo, en aquellas horas de clase.
No me entendían. Y no hacía falta que ellos me entendiesen.
No sé que día la conocí. Soy muy mala para las fechas, tan mala, que para saber que día es hoy tendría que mirar mi reloj, o el calendario. Pero la conocí. Nos enamoramos. Nos confundimos quizá. Éramos tan iguales como distintas. Con vidas paralelas. Pero este paralelismo lo fuimos descubriendo poco a poco, conforme los años iban pasando. Sólo ella comprendió ese afán tan mío por la escritura. Cuando por la noche, escribía en la cama, en una vieja libreta iluminada por la luz gastada de mi viejo flexo. Sólo ella entendía mis noches en vela, escribiendo aquellos versos. O aquellas historias que nunca viviría, o quizá sí. Y me entendía porque a ella también le pasaba.
Con ella me perdía por las calles. Siempre que nos citábamos llovía. Y el paraguas nos hacía acercarnos la una a la otra. Recuerdo que el olor de su pelo y su piel me hacia estremecer. Y durante una temporada ella era mi inspiración en todos mis poemas. Me inspiraba hasta para tener sueños. Cuando soñaba con su cuerpo desnudo sobre mi cama. Como la hoja de mi vieja libreta, impoluta, y preparada para que yo escribiese mis historias, para que volcase mi sueños sobre ella. El tiempo nos cambió. El destino nos separó físicamente, pero ella sigue dentro de mi como aquella persona que entendía cada una de mis palabras y yo entendía de la misma manera las suyas. La recuerdo y la guardo en un lugar muy importante. Aún le escribo cosas, he aquí la prueba. Que hay muchas formas de amar, y yo a ella la amo, como si de una hermana se tratara.
Nuestras vidas siguen siendo paralelas. Y da igual cuanta distancia exista. Sé que cuando alzo la mano o la voz ella estará ahí , como lo estaré yo. Lo bonito de toda esta historia, de este paralelismo, es que nos seguimos teniendo la una a la otra, nos seguimos comprendiendo, como el primer día. Y da igual el tiempo que pase, o como de diferentes sean nuestras vidas.
No me entendían. Y no hacía falta que ellos me entendiesen.
No sé que día la conocí. Soy muy mala para las fechas, tan mala, que para saber que día es hoy tendría que mirar mi reloj, o el calendario. Pero la conocí. Nos enamoramos. Nos confundimos quizá. Éramos tan iguales como distintas. Con vidas paralelas. Pero este paralelismo lo fuimos descubriendo poco a poco, conforme los años iban pasando. Sólo ella comprendió ese afán tan mío por la escritura. Cuando por la noche, escribía en la cama, en una vieja libreta iluminada por la luz gastada de mi viejo flexo. Sólo ella entendía mis noches en vela, escribiendo aquellos versos. O aquellas historias que nunca viviría, o quizá sí. Y me entendía porque a ella también le pasaba.
Con ella me perdía por las calles. Siempre que nos citábamos llovía. Y el paraguas nos hacía acercarnos la una a la otra. Recuerdo que el olor de su pelo y su piel me hacia estremecer. Y durante una temporada ella era mi inspiración en todos mis poemas. Me inspiraba hasta para tener sueños. Cuando soñaba con su cuerpo desnudo sobre mi cama. Como la hoja de mi vieja libreta, impoluta, y preparada para que yo escribiese mis historias, para que volcase mi sueños sobre ella. El tiempo nos cambió. El destino nos separó físicamente, pero ella sigue dentro de mi como aquella persona que entendía cada una de mis palabras y yo entendía de la misma manera las suyas. La recuerdo y la guardo en un lugar muy importante. Aún le escribo cosas, he aquí la prueba. Que hay muchas formas de amar, y yo a ella la amo, como si de una hermana se tratara.
Nuestras vidas siguen siendo paralelas. Y da igual cuanta distancia exista. Sé que cuando alzo la mano o la voz ella estará ahí , como lo estaré yo. Lo bonito de toda esta historia, de este paralelismo, es que nos seguimos teniendo la una a la otra, nos seguimos comprendiendo, como el primer día. Y da igual el tiempo que pase, o como de diferentes sean nuestras vidas.
3 comentarios:
Cuántas vidas paralelas coexisten?
Poca gente entiende sobre las pasiones, casi siempre se creen que están fuera de tiempo. Qué pasa que cuando estudias no puedes tener otras "pasiones" no te pueden interesar otras cosas más?
Tenemos que empezar a respetar más a la gente e intentar comprenderla.
Suerte!
Exacto Eva, mucha gente no ve más allá. Un saludo y gracias por tu comentario!
Vidas paralelas... almas gemelas. No estoy segura pero creo que envidio a la protagonista de tu relato... que tampco sé si eres tú.
En cuanto a lo q dice Eva creo q tiene razón. Yo tpco fui comola gente de mi edad hasta que me costó tanto ir contra corriente que me sumergí, después volví a salir y le di tal giro a mi vida que hoy nno soy ni mi sombra.
Besitos alados.
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