Tenemos un trabajo, que nos guste o no, es nuestro. Vamos a el cada día, con la ilusión de que hoy, nuestro jefe nos sonría, o nos riña menos. Con la ilusión de que nos tengan en cuenta nuestro trabajo, y que tanto esfuerzo no se quede perdido en el tiempo. Vamos a nuestro trabajo, y en algunas ocasiones deseamos que el jefe nos llame a su despacho y nos diga que nos sube el sueldo. Con este pensamiento sonreímos e imaginamos a todos los sitios a los que podemos viajar con ese aumento de sueldo. O la cantidad de hipoteca que cada año nos podemos quitar de encima. Pero luego nada de esto pasa, ni nos suben en sueldo, ni tu trabajo es reconocido. Pero seguimos trabajando cada día, en el mismo trabajo y pidiendo a Dios que nos hagan contrato indefinido, o los que son fijos ya, que no pase cualquier cosa y sean despedidos.
También existe ese miedo a que alguien venga y nos arrebate a esa persona que tanto amamos. A nuestra pareja. Tu pareja te dice que te quiere, que no te cambia por nada, y tu le crees. No digo, que tengamos que desconfiar de nuestra pareja, no debemos hacerlo nunca (a no ser que tengamos motivos suficientes). De quién si tenemos que desconfiar es de las demás personas, esas personas, que conoces, que sabes que están ahí, acechando y buscando el momento perfecto para entrometerse en la relación. Suelen ser antiguos rollos o -ex parejas pesadas que no han podido aceptar que no se les eche de menos. Y estás personas, nos gusten o no, están ahí, esperando que te despistes, o que no, pues hay personas que les echan mucha cara a todo. Personas que simplemente les gusta joder la vida a los demás, porque sus vidas están demasiado vacías, y les gusta llenar sus vidas vaciando la tuya. Y tu tienes miedo a que alguien se interponga. Es un miedo que no siempre está presente. Hasta que ese viejo rollo o esa -ex, da señales de vida, señales luminosas y acústicas, como las de la ambulancia o policía. Desde ese momento sabes que tu vida no volverá a ser igual.
Tenemos miedo a la muerte de nuestros seres queridos, por ejemplo nuestra familia. Tenemos miedo de que se mueran nuestros Padres, o algún hermano. No sabes del verdadero dolor que se siente hasta que alguien de la familia se va para siempre. La muerte de algún familiar muy cercano, me refiero a Padre, Madre o hermano, significa el cambio de tu vida. Tu vida, desde que esto sucede cambia. Y sufres una crisis existencial llena de preguntas sin fin. De arrepentimientos. Porque te queda esa espina clavada, de aquello que nunca le dijiste. O de aquellos abrazos que no te dio tiempo a regalarle. Y sabes que ya no hay tiempo para nada. Porque quien se va no vuelve. Nos da tanto miedo la muerte como la felicidad, porque la muerte sabemos que sucederá tarde o temprano, y la felicidad no sabemos cuanto durará.
Tenemos tantos miedos. Aunque realmente a lo que tenemos que tenerle miedo es: a no tener miedo.
También existe ese miedo a que alguien venga y nos arrebate a esa persona que tanto amamos. A nuestra pareja. Tu pareja te dice que te quiere, que no te cambia por nada, y tu le crees. No digo, que tengamos que desconfiar de nuestra pareja, no debemos hacerlo nunca (a no ser que tengamos motivos suficientes). De quién si tenemos que desconfiar es de las demás personas, esas personas, que conoces, que sabes que están ahí, acechando y buscando el momento perfecto para entrometerse en la relación. Suelen ser antiguos rollos o -ex parejas pesadas que no han podido aceptar que no se les eche de menos. Y estás personas, nos gusten o no, están ahí, esperando que te despistes, o que no, pues hay personas que les echan mucha cara a todo. Personas que simplemente les gusta joder la vida a los demás, porque sus vidas están demasiado vacías, y les gusta llenar sus vidas vaciando la tuya. Y tu tienes miedo a que alguien se interponga. Es un miedo que no siempre está presente. Hasta que ese viejo rollo o esa -ex, da señales de vida, señales luminosas y acústicas, como las de la ambulancia o policía. Desde ese momento sabes que tu vida no volverá a ser igual.
Tenemos miedo a la muerte de nuestros seres queridos, por ejemplo nuestra familia. Tenemos miedo de que se mueran nuestros Padres, o algún hermano. No sabes del verdadero dolor que se siente hasta que alguien de la familia se va para siempre. La muerte de algún familiar muy cercano, me refiero a Padre, Madre o hermano, significa el cambio de tu vida. Tu vida, desde que esto sucede cambia. Y sufres una crisis existencial llena de preguntas sin fin. De arrepentimientos. Porque te queda esa espina clavada, de aquello que nunca le dijiste. O de aquellos abrazos que no te dio tiempo a regalarle. Y sabes que ya no hay tiempo para nada. Porque quien se va no vuelve. Nos da tanto miedo la muerte como la felicidad, porque la muerte sabemos que sucederá tarde o temprano, y la felicidad no sabemos cuanto durará.
Tenemos tantos miedos. Aunque realmente a lo que tenemos que tenerle miedo es: a no tener miedo.
1 comentarios:
Ten constancia de que el placer es mutuo.
(La sensación de soledad, de que todos nuestros seres queridos tengan alguien con quien estar y nosotros nos quedemos abandonados en nuestras frías camas también podría contarse...)
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