Abuelo

¿Abuelo?, ¿porqué esa niña tiene una bicicleta tan bonita y yo no?. Mi abuelo me subía a sus brazos, me señalaba la bicicleta, me decía: "Mira...la bicicleta es muy bonita, pero esa niña no tiene Madre, solo tiene Padre, en la vida no se puede tener todo, tu no tienes bicicleta pero tienes a tu Papá y a tu Mamá". Y a ti abuelo, y a ti -le decía yo entusiasmada-. El reía mientras me decía: sí, también tienes un abuelo, un viejo abuelo, que te quiere.
Desde entonces, no sentía envidia cuando veía a niños comerse enormes bolsas de golosinas, o con juguetes mejores que los míos, siempre pensaba: yo no tengo eso, pero tengo Papá y Mamá y un abuelo que me quieren.
Luego, cuando veía a mi Abuelo se lo contaba. Y mi Abuelo parecía feliz, como orgulloso de haberme enseñado una gran lección de la vida. Mi abuelo bebía vino me decía: "esto es lo que tu nunca debes de beber, bueno, solo un poco, lo justo, como para probarlo, en esta vida hay que probarlo todo, un sorbito de vida y otro de muerte, que es eso al fin y al cabo lo que nos sujetan los hilos que nos mueven". Yo quedaba con la boca entreabierta mirando a mi Abuelo, me podía colar dentro de su sabiduría, el me contaba cosas que yo por mi corta edad no sabía o no llegaba a entender, sin embargo cuando el me lo contaba podía entender hasta sus gestos mientras me hablaba. Una vez mis Padres hablaban entre ellos, muy bajo, mis oídos no alcanzaban a escucharles, mi abuelo y yo desde la puerta les mirábamos, me dijo: "Están hablando de sus cosas, los mayores hablan a veces así, y tu solo tienes que respetar ese momento: vamos a preparar unas almendras fritas...". Yo sonreía, las almendras fritas eran eran mis favoritas, y mi abuelo me las preparaba muy buenas.

Creo que pasó más o menos 5 meses, cuando dejé de ver a mi Abuelo. Le preguntaba a mi Madre, a mi Padre, nadie me decía la verdad. La verdad la tuve que descubrir yo sola: descubrir que mi Abuelo había muerto, que me había dejado sola en un mundo que no entendía, y que el poco a poco iba haciéndome entender. Lloraba a escondidas, buscaba a mi abuelo en las estrellas.
A veces parecía que le escuchase en el patio partiendo almendras para freír. Nunca nadie me hizo unas almendras tan buenas, como el me hacía.
Crecí sin el, y si hay algo que el me enseñó, y que no se me olvida, es que en esta vida, tenemos que luchar nosotros mismos por las cosas, porque nadie nos regala nada. Que solo tenemos una vida para sufrir y para encontrar la felicidad. El una vez me dijo que la verdadera felicidad era estar bien con uno mismo, estar contento con las cosas ya hechas, con la vida que uno ha elegido.Creo que hoy estaría orgullo de verme.

Cuanta razón tenía.

6 comentarios:

OGT 2 de febrero de 2008, 2:59  

tu peloteo huele

X 2 de febrero de 2008, 3:17  

Ni caso, es un mensaje automático. xD

Hay que disfrutar de los abuelos mientras se pueda, que solo por lo que han vivido ya tienen un montón que enseñarnos.

Alas 2 de febrero de 2008, 11:21  

Yo tengo todavía a los cuatro y es cuirioro como unos son entrañables y los otros... bueno de eso mejor no hablamos.

Besitos...

Anónimo 3 de febrero de 2008, 10:39  

Yo también echo de menos a mi abuelo a pesar de que me enseñó otro tipo de cosas, nunca de palabra si no de gesto.

Me he puesto tiernito...

:[

Rodolfo Serrano 3 de febrero de 2008, 13:53  

Seguro que estaría orgulloso

eigual 3 de febrero de 2008, 14:36  

Creo que todos los que no tenemos a nuestros abuelos, les echamos de menos. Yo creo que con nuestros recuerdos les mantenemos vivos....

Afortunadamente el poco tiempo que pasé con ellos fue fabuloso e inolvidable, y por eso puedo ahora contar historias y revivir esos momentos.

Gracias, una vez más, a todos por vuestros comentarios. Aunque a veces no os conteste, siempre os leo y me emocionáis.

eigual

Empecé a escribir este blog en una época bastante importante de mi vida. Aquí he escrito poemas y relatos. De la única forma que se. Hace poco me mude a www.escriboaqui.es con las mimas ganas de escribir que nunca. Con nuevos proyectos y sueños. Disfruta de todas las palabras que se quedaron aquí.