Desde la semana pasada estoy algo nerviosa. Cuando pienso en todo el dinero que he de devolverle a la gente que en su día me lo prestó, echo a temblar, porque yo sabía que este año se basaría solamente en devolver el dinero a toda esa gente que me ayudo. El problema es que no se lo puedo devolver a todo el mundo a la vez, y tengo que poner turnos. Y lo que me desespera es que la persona que mas tiempo hace que me lo prestó es la última que va a empezar a cobrar. Estoy encantada de pagar, dicen que "quien paga descansa", pues eso me pasa a mi. Cada mes que pago descanso un poco más. Pero eso no quita, que yo sufra nervios, y que estos nervios se estén notando en mi trabajo: me van a echar del trabajo. He tenido ya varios errores. Y explícale a tus jefes que te pasa esto, que pueden tacharte de todo, menos de inteligente. Y quiero pensar que solo quedan 10 meses de nada, y que dentro de esos 10 meses podré hacer una vida completamente normal, que podré llegar a fin de mes sin problemas, o al menos, que si no llego sea porque me he comprado una vivienda, un ordenador portátil (que tanta ilusión tengo de tener y necesito para escribir) o una moto. Pero que no sea porque estoy devolviendo un dinero cada mes, que me pone una soga al cuello. Es que en realidad todo ese dinero que estoy pagando no lo he disfrutado, lo que se dice "disfrutarlo".
Que no me echen, le pido a Dios. Se lo pedía mientras salía por la puerta del trabajo, y me sentía tan fracasada. Que no me echen, prometo que a partir de mañana estaré donde debo de estar, en el trabajo, en lo que estoy haciendo.
Hoy miraba el trabajo que tenía entre las manos. Todo se me ha caído encima: las deudas, mi vida pasada, los únicos 50 céntimos que me quedan en el bolsillo. De repente me he dado cuenta que esta no es mi profesión, que no disfruto haciendo esto: que hacer lo que estoy haciendo cada día en este trabajo, es como una condena, como estar encarcelada. Pero es lo único que me ayuda a pagar,a vivir, y ahora es lo único que tengo. Me veía ahí, y rodeada de todos mis compañeros de trabajo, y me he sabido distinta a todos ellos: más especial. Yo iba leyendo sus mentes, iba escribiendo un pequeño relato de sus pensamientos, sin darme cuenta, iba escribiendo mentalmente una historia. Entonces ha sido cuando me he dado cuenta que yo para lo único que sirvo es para escribir, y a veces, ni para eso. Y ha sido en ese momento cuando me he equivocado, he puesto un número donde no correspondía y he cometido el error que hará que me echen del trabajo.
Y estoy cagada.
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