Ellas eran mis amigas, o eso decían. Cuando nos preguntábamos por nuestros sueños todas decían: que ser millonarias y guapas. Yo solo las miraba, pensaba en el dinero, en aquellos momentos no teníamos dinero, no teníamos nada, y éramos completamente felices. Hacíamos lo que queríamos y no necesitábamos ser más guapas, o tener más dinero; con la paga que nos daban nuestros padres o el dinero que nos daban por nuestros cumpleaños nuestros familiares éramos felices.
Teníamos 15 años, imaginaos donde podían llegar nuestras fiestas en aquellos tiempos: nada más allá de ir a comer una hamburguesa o sentarnos en unas escaleras, o en un banco de algún parque a comernos una enorme bolsa de golosinas. Para mi eso era felicidad, para ellas, en esos momentos al parecer no lo era.
Se pasaban el día llevándome la contraría, cuando yo les decía, que teníamos que aprovechar estos días de felicidad, porque en esos momentos lo teníamos todo sin saberlo. Ellas se reían de mi, y yo en esos momentos tan solo me sentía mal por ellas, sin importarme que me tacharan de trascendental o de incrédula. Tenían un ansía por crecer, todo el día pensando en el futuro: "Cuando tenga 18 años me voy de casa, conoceré a un tío bueno con mucho dinero, y me iré de casa"-decía una-. "pues yo desde que cumpla los 18 me quito de estudiar, me busco un trabajo para ganar dinero e irme a compartir piso, donde podré tirarme a todos los tíos que quiera, sin tener cuidado de que mi madre me pille en casa con alguno"-decía otra-. ¿Y tú, que quieres tú?-me preguntaban-. Pues yo solo quiero vivir estos años como únicos, y no quisiera irme de casa tan pronto, ¿porque donde voy a estar mejor que en casa?. Ese día me insultaron. Esas, las que decían que eran mis amigas. No lo eran. Dejé de salir con ellas. No compartían mi opinión ni tan siquiera un ápice de ella.
Mi vida, a lo largo de esos años, hasta llegar a la edad que actualmente tengo hoy, no ha sido ni mejor, ni peor. Tan solo he vivido esos años como únicos. Cada cosa en su momento. No exigiendo que las cosas pasen porque sí, tan solo esperando, viviendo, sintiendo, y eligiendo.
Ellas por su impaciencia terminaron demasiado mal.
A una me la encontré una tarde en un supermercado. No hará más de 1 año y medio. Se acercó a mi, me reconoció al momento, y es que mi cara poco a cambiado, se acercó con miedo al rechazo. Pero se quedó estupefacta cuando le cogí de la cintura para darle dos besos, uno en cada mejilla. Me preguntó que como estaba, que donde vivía, lo típico. Ella me dijo que la vida no le iba nada bien. Que se fue de casa con 19 años, que conoció a un chico que resultó manejar asuntos de droga, que la dejó embarazada y que al año de nacer el niño, comenzó a sufrir maltratos, tanto físicos, como psicológicos. Y todo eso me lo contó con la compra entre los brazos, y su niño metido en un carro demasiado estropeado y sucio.
Se le saltaron las lágrimas, la abrace. Me confesó que se acordó mucho de su prisa por vivir, que yo tenía razón en todo lo que les decía, en aquellos año.Que se equivocaron. Sí, porque ella había mantenido el contacto con su amiga, a la cual la vida tampoco le había deparado demasiada suerte.
Soltó la compra sobre la cinta. Miró en su monedero, el cual, pude ver semi-vacío. Justo en ese momento, junté su compra con la mía. Ella me miró con los ojos llenos de lágrimas y desesperación. Le pagué la compra. La acompañé, mientras charlábamos hasta su casa. Aquí vivo yo-me dijo-, en el barrio más cutre de toda la ciudad. No le dije lo bien que me iba a mi, porque por ese entonces, tampoco mi vida iba perfecta, y aunque me hubiese ido a las mil maravillas tampoco lo hubiese hecho, para no hacerla sentir peor. Pero había una diferencia, entre su vida y la mía, un pequeño abismo:
Su prisa por vivir.
Teníamos 15 años, imaginaos donde podían llegar nuestras fiestas en aquellos tiempos: nada más allá de ir a comer una hamburguesa o sentarnos en unas escaleras, o en un banco de algún parque a comernos una enorme bolsa de golosinas. Para mi eso era felicidad, para ellas, en esos momentos al parecer no lo era.
Se pasaban el día llevándome la contraría, cuando yo les decía, que teníamos que aprovechar estos días de felicidad, porque en esos momentos lo teníamos todo sin saberlo. Ellas se reían de mi, y yo en esos momentos tan solo me sentía mal por ellas, sin importarme que me tacharan de trascendental o de incrédula. Tenían un ansía por crecer, todo el día pensando en el futuro: "Cuando tenga 18 años me voy de casa, conoceré a un tío bueno con mucho dinero, y me iré de casa"-decía una-. "pues yo desde que cumpla los 18 me quito de estudiar, me busco un trabajo para ganar dinero e irme a compartir piso, donde podré tirarme a todos los tíos que quiera, sin tener cuidado de que mi madre me pille en casa con alguno"-decía otra-. ¿Y tú, que quieres tú?-me preguntaban-. Pues yo solo quiero vivir estos años como únicos, y no quisiera irme de casa tan pronto, ¿porque donde voy a estar mejor que en casa?. Ese día me insultaron. Esas, las que decían que eran mis amigas. No lo eran. Dejé de salir con ellas. No compartían mi opinión ni tan siquiera un ápice de ella.
Mi vida, a lo largo de esos años, hasta llegar a la edad que actualmente tengo hoy, no ha sido ni mejor, ni peor. Tan solo he vivido esos años como únicos. Cada cosa en su momento. No exigiendo que las cosas pasen porque sí, tan solo esperando, viviendo, sintiendo, y eligiendo.
Ellas por su impaciencia terminaron demasiado mal.
A una me la encontré una tarde en un supermercado. No hará más de 1 año y medio. Se acercó a mi, me reconoció al momento, y es que mi cara poco a cambiado, se acercó con miedo al rechazo. Pero se quedó estupefacta cuando le cogí de la cintura para darle dos besos, uno en cada mejilla. Me preguntó que como estaba, que donde vivía, lo típico. Ella me dijo que la vida no le iba nada bien. Que se fue de casa con 19 años, que conoció a un chico que resultó manejar asuntos de droga, que la dejó embarazada y que al año de nacer el niño, comenzó a sufrir maltratos, tanto físicos, como psicológicos. Y todo eso me lo contó con la compra entre los brazos, y su niño metido en un carro demasiado estropeado y sucio.
Se le saltaron las lágrimas, la abrace. Me confesó que se acordó mucho de su prisa por vivir, que yo tenía razón en todo lo que les decía, en aquellos año.Que se equivocaron. Sí, porque ella había mantenido el contacto con su amiga, a la cual la vida tampoco le había deparado demasiada suerte.
Soltó la compra sobre la cinta. Miró en su monedero, el cual, pude ver semi-vacío. Justo en ese momento, junté su compra con la mía. Ella me miró con los ojos llenos de lágrimas y desesperación. Le pagué la compra. La acompañé, mientras charlábamos hasta su casa. Aquí vivo yo-me dijo-, en el barrio más cutre de toda la ciudad. No le dije lo bien que me iba a mi, porque por ese entonces, tampoco mi vida iba perfecta, y aunque me hubiese ido a las mil maravillas tampoco lo hubiese hecho, para no hacerla sentir peor. Pero había una diferencia, entre su vida y la mía, un pequeño abismo:
Su prisa por vivir.
10 comentarios:
Me ha encantado lo que has escrito, me ha gustado mucho, tendré que seguir leyéndote.
Por cierto, quizás la mutación no desmerezca en nada al anterior estado.
Eigual... soy el Ladrón De Versos. ¿Por qué no salgo como colaborador en la lista de colaboradores de la comunidad de ez cultura? Espero tu respuesta. Gracias.
ese primer parrafo estaba muy lindo.
Al final somos herederos de nuestros actos... Si si si hay un factor de suerte... pero los finales de cada capitulo no son la conclusion de la novela.
ladron de versos: porque no he podido actualizar la lista de colaboradores, y porque necesito que Maria(luna) me envié nombres y email de la gente que colabora, pues yo no la sé.
Saludos
enprimerapersona:Me encantará que sigas leyendo por aquí.Gracias.
solo joe: Siempre un placer tenerte por aquí..Gracias siempre..
Luna carmesi: Solo puedo decirte que tienes razón.Me alegra verte a ti también.
Yo tambien podría contar alguna historia así. Uno de mis mejores amigos de la infancia y adolescencia era un amante de las emociones fuertes, mientras yo intentaba llamarlo a la moderación.
Finalmente nuestros caminos se separaron y la última vez que supe de él, su vida estaba hecha un auténtico caos.
Me ha gustado mucho tu historia
Saludos...
Pues vaya... a ver si lo aregláis pronto.
caminante kamikaze: Me alegro de que te haya gustado mi historia. Gracias por tu comentario.
ladrón de versos: En cuanto tenga un poco de tiempo lo arreglo, pero necesito vuestros nombres, los de los colaboradores y las direcciones de vuestros respectivos blog.
Bueno, evidentemente, es una desgracia y también una casualidad lo que le sucedió. Espero que sólo pasase eso con una.
Besos.
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