Me llaman esta mañana. Cojo el teléfono, porque en mi trabajo podemos coger el teléfono, cuantas veces queramos, hacer sudokus o quedarnos dormidas en el baño mientras leemos el periódico.
Era la chica que me entrevistó ayer, que sí, que cuentan conmigo para empezar a trabajar ya el 1 de Noviembre, sí es festivo, pero es que yo ahora trabajaré días festivos, Sábados y Domingos.
Aparte de seguir en mi búsqueda incesante de un trabajo en condiciones y alguno hay ya por ahí que me hace "tilín". A ver que tal.
En mi trabajo, hoy ya nos han dicho que nos despiden el Martes, por lo que hoy ha sido un día de nervios y tensión entre los compañeros y jefes. Decir que, me da más lástima dejar a mis compañeras que dejar (perder) ese trabajo. Que cuando hoy una de ellas me ha mirado con esos ojos tristes no he podido hacer otra cosa que devolverle una sonrisa y decirle que no todo termina aquí.
Así pues, me espera una semana de entrevistas e historias. De trabajos de madrugada, de horas y horas seguidas, pero oye, que estoy contenta, porque poco a poco voy saliendo de esto, porque de esta forma también conseguiré vivir cosas para luego escribir con más argumento: podré contaros cosas nuevas, hablaros del sitio en el que estaré.
Así que este es mi último fin de semana tranquilo, y quiero pasarlo así: tranquilo. Si es con mi niña mejor. Sólo me apetece quedarme tranquila en casa, viendo películas, acurrucada en la cama, con el edredón nórdico por encima. Descansando para poder vivir de lleno y con fuerzas la gran semana que me espera y que espero que marche bien.
Acabo de llegar de la calle. Me gusta ir a la calle con ella porque me gusta mirarla, la forma que tiene de caminar, y porque en ocasiones presiento que ella me mira de reojo y eso me gusta. Me encanta ir a Correos con ella: ha mandado en dos veces los paquetes que yo he enviado en 3 años. Que gracia. Y nos hemos detenido en un paso de peatones: ella es grande y a la vez tan pequeñita. Me gusta tener su cara entre mis manos. Tiene la piel más suave que jamás he tocado, y mi piel ya no sabe vivir sin la suya.
A veces me sorprendo, cuando huelo mis manos y en ellas quedan restos de su olor. Esa sensación es indescriptible, imposible de poder escribir.
Pues eso, la tenía ahí: mis labios buscaban los suyos. Siempre lo hacen. Es como si mis labios necesitasen de los suyos para completarse.
La miro. Me gustaría poder invitarla a cenar, pero miro mi cartera y solo me queda un euro. Se que dentro de unos meses podré llevarla al cielo si hace falta, porqué tendré dinero, porque sé que me lo voy a currar. Entonces le entregaré a mi niña todos esos caprichos que se merece y que a mi me hace tan feliz darle.
Cambios
te contó
eigual
1 comentarios:
Q lio entre Pollito y eigual, asi no hay manera de hubicarte.
Un saludo
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