Escucho el ruido de tus pasos,
el crujido de las almendras cuando las partes,
tus gruñidos cuando los niños no quitan la mesa.
Me gusta : cuando cocinas y dejas sosa la comida,
y te pregunto, dónde dejaste la sal y tu te ríes.
Cuando te quejas porque caminando por la calle,
voy tras de ti: lo hago solamente para respirar tu olor.
Y por las mañanas que te caes de la cama a las 7 en punto,
traes el pan recién hecho, le haces bocadillos para el trabajo a los niños,
y tostadas para mí.
Nunca te digo que adoro esa manía que tienes,
de dejar la televisión en un sólo canal, todo el día.
Cuando suspiras porque los niños llegan tarden,
o porque no dejo de planchar.
Eres quien pone la calma,
quien dice no llores, que ya lloro yo.
En invierno eres quien calienta mi cama,
y en verano la refrescas con tu aliento de menta.
Encuentro la paz de tu mano,
cuando se me llenan los ojos de miedo,
y te busco hasta encontrarte.
Cuando he vuelto a casa y no te he encontrado,
me he puesto a gritar y a llorar como una loca.
Gritaba que volverías, que te has ido para volver.
Los niños me han cogido, cada uno de un brazo,
y me han dicho que te has quedado en el hospital,
que has cerrado los ojos para siempre,
que no vas a volver.
Sin embargo, me he sentado en el sofá, en el tuyo: a esperarte.
Y aún sigo ahí sentada, a la espera de escuchar el ruido de tus llaves contra el cenicero,
de la entrada.
Dedicado a una persona que ayer, nos dejo, nos abandono, sin despedirse.
Sin despedidas
te contó
eigual
2 comentarios:
Mi más sincero pésame.
Eigual, preciosa el texto... me ha encantado... sobre todo el final.
Nos es tan difícil acostumbrarnos a que nunca más volverán, que seguimos esperando, y esperando por toda la vida...
Bss guapa. Espero que estés mejor...
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