Por las noches escapaba de mi casa hasta llegar bajo tu ventana. Tu esperabas mi llegada escondida entre las cortinas, cuando me veías llegar abrías la ventana y te asomabas: me saludabas y yo no dejaba de mirarte, no dejaba de mirar hacia arriba hasta que el cuello me empezaba a doler demasiado.Te escribía canciones. Te las llevaba escritas en una hoja cuadriculada de mi libreta de matemáticas. Tu lanzabas la cuerda por tu ventana y yo con sumo cuidado ataba el papel. Te quedabas pegada a la ventana, mientras lo leías, alguna que otra vez llorabas. Luego me mirabas con infinita ternura. Me sentaba en el suelo con la espalda pegada a la fría pared (aun recuerdo aquel frío y aquel tacto rugoso), cerca de unos contenedores de basura. Era la posición perfecta para poder mirarte todo el rato sin cansarme demasiado. No dejaba de mirarte: Te soltabas el pelo, me enseñabas la ropa que te pondrías para ir al instituto por la mañana. Abrazabas aquel perro de peluche que decías se parecía a mi, y yo sentía ese abrazo. Solía estar bajo tu ventana hasta que tu te cansabas, hasta que te entraba el sueño, o tu madre paseaba por el pasillo y por miedo a que no te sorprendiese en la ventana, cerrabas y dejaba de verte.
Una mañana falté al instituto y fui hasta tu casa. Era medio día y tu debías estar en casa comiendo. Toqué al timbre varias veces, pero nadie respondió. Me senté en el escalón de tu portal, a esperarte, a verte salir. Hasta que saliste, me acerqué a ti para hablarte, pero tu madre tiró de tu brazo hasta alejarte 5 metros de mi. Metió la mano en su bolso y me dio un papel arrugado: era la última canción que te entregué. Y mientras me entregaba el papel arrugado con la canción me dijo: Olvídate de mi hija, ella no es como tú.
Te vi alejarte con lagrimas en los ojos. Dejé de escribirte canciones, pero no de pensarte. No dejé de pasar por debajo de tu ventana, no dejé de hacerlo con la esperanza de volver a verte algún día. De que me dijeses que tu madre se estaba equivocando, que estaba siendo muy egoísta.
8 años después nos volvimos a encontrar, me reconociste enseguida, pero no me saludaste. Me volviste a buscar y me encontraste, traías un papel cuadriculado y algo arrugado, me lo enseñaste: era una de mis canciones.
Me dijiste: "nunca me dijiste que me querías". Y sonriendo te conteste: "en la última canción que te escribí te lo decía". Pero nunca llegaste a leerla. Tu madre sí. Me alejé de ti porque no quería crearte problemas con tu familia.
Me preguntaste que si te acompañaba. Pero te contesté que no. Yo ya no era aquella niña que se escapaba por las noches hasta llegar bajo tu ventana.
4 comentarios:
Joder, no sé como lo hace, pero me dejas pensando siempre en la verdad o falsedad de tus historias, quiero creer que son verda porque son hermosas, pero, a la vez, pienso que son demasiadas casualidades... Y me imagino a una pequeña Eigual, en un barrio de Lachar (que es el único pueblo que conozco de Granada) escribiendo y mirando....
Por culpa de su madre nunca supiste si ella era como tú, nunca pudiste tener un pasado junto a ella, un pasado feliz... ¿Porqué la gente le tiene tanto miedo a lo que es distinto a la mayoría?
Precioso relato... lástima que tuviera un triste final esa relación de niñez...
Bss guapa
Que hermosa historia. Y triste, pero bellísima
Casí todos tus post rebosan de tristeza y de pasado.
Muy hermoso.
Melancolia que te agita.
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