Llegar a vieja

En la peluquería había una señora muy mayor, en su silla de ruedas. Con pelo blanco, igual que su piel, y muy delgada. La mujer solo mira a su alrededor. No habla. Ni con la que parece ser su hija, la cual no quita ojo de una revista del corazón. Yo miro a esa señora, y la señora me mira a mi. Me ve allí sentada, al lado de mi pareja, y no sé que piensa.
Cuando se disponen a llevarla al lava cabezas, la mujer intenta levantarse, pero sin la ayuda de su hija no puede. La peluquera coge una especie de cajón y un cojín para colocar encima de la butaca del lava cabezas, porque al parecer, como la mujer es tan pequeña, tan poca cosa, no llega. Le colocan el cajón, y encima el cojín. Ahora subir a la señora mayor sobre el cojín es algo complicado, ni la peluquera, ni la hija juntas lo consiguen. Yo miro, con intención de acercarme y preguntar si puedo ayudarlas. Pero opto por no ir, al ver, que la peluquera ha desistido y que ha bajado un poco el lava cabezas hasta la altura de la nuca de la señora. Por fin - pienso -. Yo hubiese hecho eso hace rato.

La hija de la señora, mira a su madre con infinita ternura, mientras la peluquera le lava la cabeza. No se separa de ella ni un sólo instante. Le habla de lo guapa que la van a dejar, del color tan bonito que le van a poner en el pelo. Y la mujer parece que sonríe, pero siempre sin decir nada. Por lo que deduzco que esa mujer no puede hablar. Y con esta escena comienzo a pensar en lo que supone llegar a vieja. Cuando yo sea vieja no podré ir sola a la peluquería. Y tendrán que colocarme algo en el trasero para poder llegar al lava cabezas. Y me imagino que quizá me cueste hablar, o no hable, como esa señora. Y me imagino a mi hija mirándome con exquisita ternura. Y recordaré lo fácil que era, cuando era joven, acercarme hasta el lava cabezas yo sola, y echar mi nuca para atrás, llegando a cualquier altura. Lo que era poder protestar por el agua si está demasiado fría o demasiado caliente.

No se si es creíble o no. Pero he sido vieja durante unos segundos mientras miraba como esa señora luchaba por subirse en ese cojín, que parecía estar a varios metros de altura. Y por un instante me he mirado en el espejo y me he visto tan joven y tan niña que me he sentido egoísta.

7 comentarios:

Eyes 9 de agosto de 2008, 19:46  

Lost in the dark pequeña eigual, ahi me hallo.
Un saludo

Anónimo 9 de agosto de 2008, 22:03  

Envejecer tiene su aspecto positivo: yo cuando voy al peluquero no tengo a nadie que me mire con infinita ternura.

eigual 9 de agosto de 2008, 23:30  

eyes: Llámame e intento darle a la luz. Si quieres. Un abrazo, y ánimo.

el navegante: Hola, justo ayer pasé por tu blog, y me encantó lo que leí. Sigue así. Un abrazo.

Ledicia 11 de agosto de 2008, 11:05  

que bueno llegar a viejo teniendo a alguien que te cuide, pero que triste llegar impedido. Para esto me parece magnífica la ley de dependencia, pq ya no es necesario que una persona viva para cuidar a otra, es cierto que a veces por mucho que quieras a una persona vivir solo para cuidarla se hace duro, por eso esta ley era tan necesaria.

Un besazo y magnífico post!

Anónimo 12 de agosto de 2008, 0:03  

eigual, gracias por tu crítica. De una bloguera tan veterana es un lujo recibir ánimos. Seguiré en la brecha si mis neuronas me lo permiten :)

eigual 12 de agosto de 2008, 19:51  

el navegante: Sigue, sigue. Me encanta lo que escribes. Un saludo.

Josemy 18 de agosto de 2008, 19:36  

Después de tantos post tristes, leer este post, con tanta ternura me ha levantado una sonrisa.... :)

Pobre viejecita, pero, al menos, y por suerte, contaba con su hija... y tú, no te sientas egoísta, que seguro que ella tambien tuvo su juventud... tranquila...

Bss

eigual

Empecé a escribir este blog en una época bastante importante de mi vida. Aquí he escrito poemas y relatos. De la única forma que se. Hace poco me mude a www.escriboaqui.es con las mimas ganas de escribir que nunca. Con nuevos proyectos y sueños. Disfruta de todas las palabras que se quedaron aquí.