Una Fan

Nunca olvidaré la primera vez que fui a tu casa:

El número 165 de la calle, creo, más larga de Madrid.
Recuerdo que tardé 39 minutos en encontrar tu portal. Recuerdo que te llamé, y te dije que no daba con él. Que me lo había pasado por 10 números.
Tú estabas impaciente: me leías desde hacía 5 años, tenías ganas mil de conocerme en persona. Y ahora, que por fin te habías decidido: que me habías invitado a tu casa, no querías que cualquier cosa hiciese romper tus planes, y esta cita.
-No tardes, o me arrepentiré de haberte invitado y te diré que ya no vengas -me escribiste al móvil-.
Yo estaba totalmente perdida por Madrid. Buscando tu calle, preguntando a la gente donde estaba el número 165. La gente me indicaba mal, es hacía arriba, estos son los números pares, tienes que ir hacia arriba que son impares y crecientes -me dijo un viejo con barba larga-.
Y le hice caso. Gracias a él llegue a tu casa, toqué a tu portero:

-¿Quién es? -preguntaste con voz metalizada, por el altavoz-.
-Soy yo, ¿aún quieres que suba? -dije-.

Te reíste y abriste la puerta. Supuse que eso sería un sí. Subí, vivías en un 5º piso sin ascensor. No me lo podía creer. Subí andando hasta allí. Llegué con el corazón a mil, respirando por boca y nariz a la vez. Tu puerta estaba entreabierta. Toqué con los nudillos de la mano, tres veces. No respondiste. No sabía si entrar, o no, si quedarme esperando a que me vinieses a recibir, o no.
Entré.
Dije hola.... varías veces además.
No respondías. Te escondías de mi. Pensé que todo esto era una broma. Hasta que la puerta se cerró de un portazo, y tu apareciste por mi espalda. Cruzaste tus brazos por mi cintura.
He esperando tanto tiempo este momento -me susurraste-.
Me di al vuelta, y te vi. Eras preciosa. Llevabas el camisón más bonito de la historia.
Te diste cuenta de que te escaneaba con la mirada.
Debajo no llevo nada -añadiste-.
Me descolocaste por completo.
No vengo a follar -te dije-.
¿Y? -respondiste-.

Nos sentamos en el sofá. Un sofá de pelo azul. Tenías la casa más bonita que he visto jamás: muy bien ordenado todo, decorada a buen gusto. Tenías fotos que yo he colgado alguna vez en mi blog, colgadas por tu pared. Me di cuenta que en tu pared quedaban mejor.
Cogiste un libro muy grande. Lo pusiste sobre mis rodillas. Ábrelo -me dijiste-.
Lo abrí: era mi blog, hecho un libro. Todos mis relatos, mis historias, mi día a día, mis fotos, formando un bonito libro.
También tengo los vídeos, mira -me decías- señalándome un DVD que venía por dentro, en las pastas del libro.
Estaba alucinando con todo eso.
Pensaba: ahora es cuando me atará, me violará o me torturará. Es una fanática, me va a encerrar en alguna habitación y me va a dejar ahí dentro sin comida, sin nada. Hará conmigo lo que ella quiera. Y será mi culpa por venir a la casa de una admiradora que solamente me quería conocer y no, no creo que solamente quiera conocerme, no es normal que su casa esté toda llena de mi: que al fin y al cabo no me conoce realmente: solo conoce de mi lo que escribo.

-No te asustes, no soy una psicópata -me dijiste, mientas bebías cerveza-.

Yo no estaba asustada, pero no entendía que quería de mi.
- ¿Qué quieres de mi? -pregunté por fin-.

Verás, quiero que te sientes ahí, en esa mesa, delante de ese ordenador: que escribas.
Que me escribas algo bonito: que escribas una historia de amor en la que yo sea esa persona que deseas cada noche a tu lado.
Me senté allí. Le escribí su historia. La imprimió. Se sentó en el sofá de pelo azul, con las piernas entre abiertas y se le veía todo el coño. Fue en ese momento cuando perdí el miedo en esa casa. Me senté a su lado, en el sofá de pelo azul. Le empece a acariciar el pelo, mientras leía y bebía cerveza.
Le besé en el cuello, le mordía la oreja. Sin dejar de sostener con una mano parte de su cara.
La besé en los labios, y tiró los papeles con mi historia al suelo. Pronto nos encontramos inmersas en una oleada de sensaciones. Sentía como su deseo me quemaba la piel.

-Follemos por favor -me pidió-.
-Vamos a hacerlo.. -le dije-.

Cuando terminamos de follar me dijo que me quería. Y yo le dije que tenía novia, y que le acaba de poner los cuernos con ella. Que qué iba a hacer ahora con esta sensación que tenía en el cuerpo de auténtica hija de puta, por haberle puesto los cuernos a mi novia, con ella.
Comencé a llorar, y a llorar. Creo que ella se asustó. Porque realmente estaba llorando con infinito dolor.

Fue entonces cuando ella gritó:

-GATO DE ESCAYOLA.

Entonces, yo la mire, y me sequé las lagrimas.
Abracé a mi novia y le dí las gracias por pronunciar esas tres palabras y parar el juego.
Mi novia me abrazó. Hicimos el amor "otra vez".

A veces, nos da por jugar a juegos de este tipo.
Innovar en la cama, a veces, es bueno.

4 comentarios:

X 2 de diciembre de 2007, 22:14  

Me gusta que no tengas miedo a escribir "coño" y "follar". La historia también me gusta, pero me gusta más lo primero.

Rodolfo Serrano 3 de diciembre de 2007, 10:46  

Un relato casi policiaco. Extraño y un punto borgiano. Me gusta

Alas 3 de diciembre de 2007, 17:44  

Hay que ver! Es un relato genial, me siguen encantando todos pero hay algunos...

Hace mil que no te pasas a verme, =(


Besos

Alas 3 de diciembre de 2007, 18:19  

Tienes razón, tenía que haber dicho que "no dejas constancia de tu visita"... pero no era en absoluto un reproche, eh?

Dar para recibir... eso es, sabes qué necesita el otro, porque lo necesitas tú.

Besos

eigual

Empecé a escribir este blog en una época bastante importante de mi vida. Aquí he escrito poemas y relatos. De la única forma que se. Hace poco me mude a www.escriboaqui.es con las mimas ganas de escribir que nunca. Con nuevos proyectos y sueños. Disfruta de todas las palabras que se quedaron aquí.