Cuando me dijeron que mi Madre se moría, me senté en las escaleras de casa, frente a su habitación sin querer hacer otra cosa que llorar y hundirme más y más en la miseria.
Mi Madre no se podía morir. Ninguna enfermedad se podía llevar a la mujer que más quiero.
No quería comer: cuando tu Madre, esa persona que se ha preocupado y se preocupa por tu vida, a lo largo de tu existencia, quien te ha alimentado durante toda la vida, se está muriendo, las ganas de comer desaparecen.
Solo quieres hallar la cura a sus males. Quieres ser un ser de otro planeta. Quieres, incluso, arrancarte tu vida para regalársela a ella.
Está sufriendo. Ahora, solo sufre. Su vida se consumirá, poco a poco irá dejando de respirar. Puede que un día entréis a la habitación y la encontréis muerta -dice el médico particular, un amigo de mis Padres de toda la vida).
Estrella va a morir. Que nos os vea llorar el poco tiempo de vida que le queda.
Llevo tres noches durmiendo a su lado, en un sofá muy incomodo. Mi Madre me dice que me tumbe a su lado, pero no quiero, no quiero que su olor perfore mi piel y la huela por todas partes cuando ya no esté aquí. Me derrumbo, me tapo con la manta para que mi Madre no vea que estoy llorando: no quiero que piense que le queda pocos días de vida.
Cuando me ponga bien, hija -me dice mi Madre- vamos a ir a comprar los regalos de Navidad.
Yo no quiero regalos de Navidad. Lo material es una mierda. Yo quiero que mi Madre se ponga bien. Quiero un milagro. Se lo pido al Médico, por favor, que mi Madre se ponga bien, tiene que haber algo que la ayude a vivir, a seguir viviendo, es mi Madre, joder NO SE PUEDE MORIR.
El Médico me abraza. Es un gran amigo de la familia, nos quiere. Nos quiere pero no es DIOS. No puede salvar a mi Madre. Ojalá pudiera hacer algo por ella -dice-, pero el cáncer se extiende por todo su cuerpo, pronto su corazón no tendrá fuerza y dejará de latir. Mientras, quedaros a su lado, que se vaya sintiendo lo mucho que la amáis.
Le hago caso al Médico. He pedido una excedencia en el trabajo. Estaré con mi Madre hasta el día de su muerte. A su lado. Seré su sombra. Le diré mil veces que la amo. Le cogeré la mano, quiero sentir su calor, antes de que su cuerpo se vuelva frío y pierda parte del color. Desde que mi Madre muera cogeré un vuelo a alguna parte: un sitio lejano, donde pueda pensar que me he ido de viaje, y que cuando vuelva mi Madre estará en casa esperando un regalo típico de algún lugar desconocido para ella. Volveré con fotos y mi Madre como siempre me dirá que tiene la hija más guapa del mundo, que hace las mejores fotos y me pedirá una: la pondrá debajo del cristal de la mesa del salón de estar.
Me miento. Me iré de viaje para no intentar suicidarme por la muerte de mi Madre: por no caer en una depresión. Y cuando vuelva, mi Madre no estará. Sólo mi Padre al que puedo ver entregado 100% a su trabajo , sin horas libres, sin fines de semana, sin vacaciones: solo vivirá para trabajar, para llegar lo más tarde posible a casa, cansado y con ganas de cerrar los ojos hasta que el nuevo día diga de comenzar.
Estamos con mi Madre, el médico ha dicho que de mañana no pasa. Apenas tiene fuerza, ya no come, su cuerpo es de otro color, sus ojos no tienen brillo.
Me coge la mano y me dice: Se que voy a morirme, cuida de Papá. Y si alguna vez tengo nietos háblales de mi, enseñadle mis fotos, decidle que les quiero.
Lloro sobre la mano de mi Madre. Mi Padre llora: es la primera vez que veo a mi Padre llorar de esa forma. En cada suspiro la habitación tiembla.
Les dejo solos, a los dos.
A la media hora mi Padre sale de la habitación, descompuesto, con los ojos desencajados. Se sostiene con las manos en la pared. Le miro. Miro la puerta de la habitación de mi Madre.
Entro. Salgo descompuesta.
Que cierren todas las puertas, que mi Madre se quede en esta casa.
Cuando una vida se termina, comienza otra, en otra parte, en otro lugar, con otro nombre.
NOTA: El relato de hoy, sé que no anima demasiado. O quizá si, quizá nos recuerde que estamos vivos. Quizá consiga que abraces a tu Madre, por si hace tiempo que no lo haces: no lo sé.
De lo que si estoy segura, es, de que la muerte nos enseña algo grande: a apreciar lo que tenemos , a valorar a las personas. A nuestra propia vida incluso.
Cuando se fué Mamá
te contó
eigual
6 comentarios:
vaya, me he quedado descompuesto, siento muchisimo su muerte, seguro que era una gran mujer, y en estos momentos estara muy orgullosa de su hija haya donde este, un fuerte abrazo guapa!
Me has dejado hecho mierda. Prefiero no pensar en ello, me aterra pensar en ello. Me quiero suicidar con solo pensar en ello.
Vaya... un relato muy dramático. A veces imaginamos esas situaciones. Yo no sé cuantas veces habré matado a mis padres en mi imaginación, imaginando el día que ya no estén. Terrible.
Lo siento, siento mucho si he asesinado a mi Madre en este relato.
Lo siento Alex, si has pensado que se trataba de mi propia Madre, que no, que mi Madre sigue viva.
Lo siento x. Se me olvidó decir que a veces escribo cosas de este tipo.
Sí, Sandra, eso mismo me ocurre a mi, que a veces pienso en cuando mis Padres ya no estén y me da miedo. Porque ahora no les veo, pero sé que están vivos, pero cuando no estén sé que los echaré mucho de menos, aunque no les tenga cerca, incluso, más que ahora lo hago.
Gracias a todos por vuestros comentarios.
No lo sientas, en el fondo fue un cumplido. Y me vino bien. :-)
Ay Señó!
Hasta que no he llegado al final delr elato he estado en un sin vivir en mí...
No iría mal para mis arterias que la próxima vez pongas la nota aclaratoria al principio... :D
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